Los ladridos de los perros en la noche hacían volver a la infancia al artista costarricense Francisco Amighetti (1907-1998).

Así lo escribió ese pintor, grabador y escritor en el poema de la foto que acompaña a estas líneas y que encontré hace pocos minutos dentro de un libro de bolsillo publicado por el sello Invernadero: En el resplandor de los días.

Lo mismo que le sucedía a don Paco con los latidos de los perros me pasa a mí con los sonidos de los grillos, los cantos de los gallos, el mugido de las vacas.

Igual con el goteo de los tubos en plena madrugada, la voz del viento en los árboles, el crujido espontáneo de las tablas del piso.

Sumemos los escalofríos del refrigerador, los ronquidos lejanos de una moto, los pasos de un gato en el techo, el estribillo del cuyeo.

Imposible dejar de lado el tañido de las campanas de las iglesias llamando a misa, anunciando un funeral o diciéndonos la hora.

Ecos que me invitan a abordar el tren de mi niñez para reencontrarme con mis hermanos Frank Lemuel, Edwin Alejandro y Ricardo, y con amigos como Dennis, Luis Fernando, Ana Grettel, Oscar Guido, Chango, Toño, Yara, Sara, Gustavo, Jimmy, Marco, Franklin, Henry…

Sonidos, zumbidos, silbidos, susurros, resonancias de aquellos años felices.

Gracias, don Francisco, por ayudarme siempre a regresar a mis raíces.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote