Ayer publiqué un artículo titulado “Una de las razones por las que me gusta subrayar los libros” y esta mañana la memoria digital de Facebook me recordó que el 30 de junio del 2013 (hace ocho años) compartí la siguiente nota relacionada con el hábito de dejar huellas de tinta en los textos leídos; lo reproduzco tal cual:

Leí Rayuela por primera vez en 1994, a diez años de la muerte de Julio Cortázar. Muchas citas subrayé durante esa lectura; comparto algunas como homenaje a esta novela que está celebrando sus primeros 50 años de vida…

“-Hacíamos el amor como dos músicos que se juntan para tocar sonatas.
-Precioso, lo que decís.
-Era así, el piano iba por su lado y el violín por el suyo y de eso salía la sonata, pero ya ves, en el fondo no nos encontrábamos. Me di cuenta en seguida, Horacio, pero las sonatas eran tan hermosas”.

“En realidad después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás”.

“Hace rato que no me acuesto con las palabras. Las sigo usando, como vos y como todos, pero las cepillo muchísimo antes de ponérmelas”.

“Estar solo es en definitiva estar solo dentro de cierto plano en el que otras soledades podrían comunicarse con nosotros si la cosa fuese posible”.

“Hay ausencias que representan un verdadero triunfo”.

“Es much más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegres”.

“No sé hablar de la felicidad pero eso no quiere decir que no la haya tenido”.

“Todos retrocedemos por miedo de frotarnos la nariz contra algo desagradable”.

“París es una enorme metáfora”.

“En realidad nosotros somos como las comedias cuando uno llega al teatro en el segundo acto. Todo es muy bonito pero no se entiende nada. Los actores hablan y actúan no se sabe por qué, a causa de qué”.

“Es como si se pusiera guantes de goma para hablar”.

“Hay una cosa que se llama tiempo, Rocamadour, es como un bicho que anda y anda”.

“Mi única culpa es no haber sido lo bastante combustible para que a ella se le calentaran a gusto las manos y los pies. Me eligió como una zarza ardiente, y he aquí que le resulto un jarreto de agua en el pescuezo. Pobrecita, carajo”.

“Ningún llanto es eterno,las viudas se casan de nuevo”.

“Las palabras son como nosotros, nacen con una cara y no hay tu tía”.

“Claro que mi país es un puro refrito, hay que decirlo con todo cariño”.

“La explicación es un error bien vestido”.

“No es por nada pero a mí los libros me gusta tenerlos cerca”.

“La risa ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra”.

“La gente se cree amiga porque coincide algunas horas por semana en un sofá, una película, a veces una cama, o porque le toca hacer el mismo trabajo en una oficina”.

“Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu cuerpo, hay horas en que me atormenta que me ames”.

“Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al vesre”

“¿Para qué sirve un escritor sino para destruir la literatura?”

“La idea es que la realidad, aceptes la de la Santa Sede, la de René Char o la de Oppenheimer, es siempre una realidad convencional, incompleta y parcelada”.

“La vida, como un comentario de otra cosa que no alcanzamos, y que está ahí al alcance del salto que no damos”.

“La mejor cualidad de mis antepasados es la de estar muertos; espero modesta pero orgullosamente el momento de heredarla”.

“-¿Por qué te acostaste con Pola?
-Una cuestión de perfumes –dijo Oliveira sentándose en el riel al borde del agua–. Me pareció que olía a cantar de los cantares, a cinamomo, a mirra, esas cosas. Era cierto, además”.

“Hay una diferencia bien conocida entre el ignorante y el tonto, y cualquiera lo sabe menos el tonto, por suerte para él”.

“El hombre es el animal que pregunta. El día en que verdaderamente sepamos preguntar, habrá diálogo. Por ahora las preguntas nos alejan vertiginosamente de las respuestas”.

“Vamos a fumar, aprovechando que me lo han prohibido”.

“A veces tengo fantasías de enfermedad y enfermeras. ¿Vos no?”

(*) Aclaración: La foto que acompaña a estas citas es, como muchas cosas en la vida, mitad verdad mitad mentira. Sé que usted me entiende… 

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote