“Es imposible apoderarse de las olas. Nunca se dejan atrapar. Lo único posible es sumergirse en ellas”. Página 107 de la novela Vestida de corto, de la escritora francesa Marie Gauthier (1977).

La oración anterior se refiere a la relación de verano que tuvieron Gil, una chica de 16 años, y Félix, un muchacho de 14 años. Ella era oleaje fuerte y constante; él, un bañista novato y desprevenido.

El encuentro tuvo lugar en un pequeño pueblo del campo francés al que él llegó a pasar una temporada.

La sola presencia de Gil alteraba y perturbaba a Félix, quien siempre estaba atento al sonido de los pasos de ella, la melodía del agua con que se bañaba, el aroma de la pastilla con la que enjabonaba su cuerpo, el color de sus bragas en el tendedero.

En sueños la escuchaba respirar. La imaginaba y fantaseaba, y la extrañaba cada vez que ella se iba con hombres mayores y experimentados, y lo dejaba a él, un adolescente tímido que se quedaba petrificado en cuanto volvía a verla, sentirla cerca, rozarla.

Félix experimentaba una tensión sensual y sexual ante aquella flaca de piernas finas y blancas, algo que no entendía del todo pues tenía cero millas recorridas en el camino de las pasiones, deseos y apetitos.

Aquellas sensaciones lo quemaban por dentro, pero no hallaba la manera de confesarle a Gil lo que sentía.

Por fin, una noche ella se animó a caminar hasta el cuarto del muchacho, meterse en su cama y despojarlo de los últimos restos de inocencia infantil que aún poseía.

Eso fue todo, pero él pensó que podía apoderarse de las olas, atraparlas. No entendió que lo único posible es sumergirse en ellas.

Hay olas pequeñas e inofensivas con las que se puede jugar, flotar sobre ellas o seguirles la corriente hasta que se transforman en espuma.

Gil no era una de esas olas. Su intensidad, sed de vida y hambre de mundo obligaban a sumergirse para salir librado de sus embates.

Algunas olas nos revuelcan (yo he tragado mucha agua salada). Félix lo aprendió con dolor.

Una verdadera maestra Marie Gauthier en el difícil arte de tejer este tipo de tensiones e incertidumbres entre seres humanos.

Vale la pena leer a esta autora que, con Vestida de corto, ganó el año pasado el Premio Goncourt (uno de los más prestigiosos galardones literarios de Francia) de Primera Novela.

JDGM