No preciso el año, pero sí estoy seguro de que la historia que voy a contarles sucedió en la primera mitad de la década de los años 90 del siglo pasado.

Aquella noche llegué a la Sala Garbo, en el barrio josefino San Bosco, para ver una película cuyo título me llamaba mucho la atención: El lado oscuro del corazón.

Fue así como al cabo de pocos minutos apareció ante mis ojos la imagen de un poeta que recorría las calles de Buenos Aires, Argentina, mientras realizaba dos acciones: mantenerse a prudente distancia de la muerte y buscar una mujer que fuera capaz de volar.

Ese personaje, interpretado por el actor argentino Darío Grandinetti, está inspirado en la vida del poeta -también che- Oliverio Girondo (1891-1967).

“… ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!”, dice el protagonista de esa película argentina-canadiense.

Inmediatamente después de pronunciar esas palabras, tira de una palanca que tiene junto a la cama y la mujer que está a su lado, se va por un túnel si es de las amantes que no saben alzar vuelo.

Esa declaración del poeta forma parte del libro Espantapájaros, publicado por Girondo en 1932. De este autor son también Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, Calcomanías, Persuasión de los días, En la masmédula, Interlunio y Campo nuestro, entre otras obras.

A lo largo de El lado oscuro del corazón, el personaje principal aparece hablando con una vaca, conversando con la muerte, intercambiando comida por poesía, el poeta uruguayo Mario Benedetti pronunciando versos en alemán y otras extrañas escenas que representan la visión de mundo de Oliverio Girondo.

Salí de la Sala Garbo al cabo de dos horas y siete minutos, dispuesto a buscar -a partir del día siguiente- libros de ese poeta que nos muestra, a través de sus escritos, la fascinación con la que observaba el mundo, las búsquedas profundas en su propio yo y un optimismo sazonado y aderezado por la pesadumbre.

Mi búsqueda de lector hambriento no tuvo un éxito inmediato. Tuve que esperar algunos meses hasta que por fin di con un ejemplar en la Librería Nueva Década, en San Pedro de Montes de Oca. Se trata de una edición de la Colección Visor de Poesía, impresa en Madrid, España.

Ese volumen, de 194 páginas, es un distinguido inquilino de mi biblioteca desde el 17 de julio de 1995. Casi cinco años después, el 28 de abril del 2000, tuve la dicha de adquirir la Obra Completa de ese autor publicada por Galaxia Gutenberg (¡una belleza de libro!).

A esos libros regreso una y otra vez en busca de los poemas de Girondo, en especial el que dice así:

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden, y se entregan.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote