Cuatro libros adictos al café
Tengo en casa cuatro libros que todas las tardes se reúnen para tomar café y conversar.
A eso de las 2:00 p.m. cada uno de ellos abandona el anaquel en el que mora y se dirige a la mesa del comedor.
El primero en acudir a la cita, prepara el café, en tanto que al último le corresponde lavar los platos al final del encuentro.
Por lo general, esas tareas recaen, en este orden, en Odisea, de Homero, y el Génesis, de la Biblia.
Los otros dos contertulios, Pinocho, de Carlo Collodi, y Don Quijote de la Mancha, de Cervantes, casi siempre se las ingenian para llegar a horas que les permiten evadir cualquiera de las labores mencionadas.
Claro, a favor de esos dos vivazos editoriales juega el hecho de que son inquilinos de los libreros más cercanos al comedor. Ya imaginarán ustedes cómo aprovechan esa ventaja. Se vale, por supuesto, pensar mal.
En aras de no interferir en esa cita, entre las dos y las cuatro de la tarde me recluyo en mi estudio, en donde me entretengo navegando en Internet o leyendo algún libro no adicto al café. Así, los cuatro libros mencionados puede hablar entre ellos con toda libertad.
¿De qué hablan? Se cuentan historias que, suponía yo al principio, se apegaban con toda fidelidad a los relatos escritos en ellos. Sin embargo, muy pronto me percaté de mi error al escuchar, con disimulo y discreción, visiones basadas en los episodios originales pero con múltiples variaciones.
Aporto un primer ejemplo: en el caso de Pinocho, resulta que esta marioneta no miente por iniciativa propia, sino que aprendió ese hábito del carpintero Gepeto.
Según contó una tarde el libro de Collodi, entre sorbos de café negro endulzado con sustituto de azúcar, el muñeco de pino escuchaba con frecuencia las excusas que su padre inventaba para tratar de justificar sus incumplimientos. “Aún no he reparado la silla que usted me trajo porque un ladrón me robó la madera”… “Los proveedores me quedaron mal con la entrega de los clavos que necesito para terminar el baúl de cedro”… Un ratón travieso y hambriento echó a perder las reglas que había comprado para hacer la baranda”… Y así sucesivamente.
Algo similar sucede con la obra Don Quijote de la Mancha. Según contó la voluminosa novela, con la inconfundible voz de la primera parte publicada en 1605, no fue el ingenioso hidalgo quien enfrentó a los gigantes imaginarios del Campo de Montiel, sino su escudero Sancho Panza. Sin duda, una versión que difiere mucho de la historia oficial.
Más sorprendido me sentí la tarde de miércoles en que escuché a Odisea, edición Alianza Editorial, revelar que Polifemo no era un cíclope, sino un gigante con dos ojos a quien Odiseo, por ende, no cegó con la punta de una lanza, sino que lo dejó tuerto.
–¡Interesante! -exclamó el Génesis versión Reina Valera 1960-. Me llama la atención ver cómo los lectores tergiversan y manipulan nuestras historias.
–¿A vos te ha pasado lo mismo? -preguntó Pinocho.
–Sí, en especial con el relato de la expulsión de Adán y Eva del paraíso. La verdad, según ciertas interpretaciones, es que no fue Dios quien los echó del Edén; fueron ellos quienes decidieron marcharse porque no se sentían a gusto viviendo en un territorio donde las imposiciones pesaban más que la libertad. Eva dejó escrita una carta en la que lamentaba el hecho de que el fruto de un árbol fuera más importante que el deseo natural de explorar, investigar, conocer.
–Siempre me he preguntado qué pasó con la serpiente mentirosa -dijo el Pinocho de papel y tinta.
–¡Mirá quién habla de mentirosos! -reaccionó el ejemplar de Don Quijote de la Mancha, pero recapacitó de inmediato y ofreció disculpas: Perdón, me dejé llevar por la versión oficial.
–Les doy permiso de revisar cada uno de mis 50 capítulos y 1.534 versículos para que vean con sus propios ojos de papel bond que esa serpiente no existió, según diversos lectores -manifestó el Génesis.
–¿Cómo? -preguntó Odisea.
–Así como lo oyen -respondió el Génesis con un tono de voz muy alejado del tono impostado de los televangelistas-. Es más, tampoco existió la torre de Babel.
–¿Cómo explicás entonces el hecho de que hace dos semanas nos hablaste de la torre de Babel mientras saboreábamos el delicioso pan dulce que nos enviaron Romeo y Julieta -preguntó Pinocho con un dejo de libro subrayado.
–La respuesta se halla justamente en lo que estamos hablando: esa fue la versión de ese día.
Ninguno de los libros discutió la respuesta del Génesis, pues todos han ido comprendiendo que no encierran en sus páginas relatos únicos, de una sola pieza y sin fisuras, monolitos literarios, sino episodios que se prestan a las múltiples interpretaciones de los lectores.
Odisea aprovechó la pausa reflexiva para llenar de nuevo las tazas de los contertulios. Tengo entendido que esa noche Pinocho se desveló.
–¿Tenés leche? -preguntó Don Quijote de la Mancha.
–Sí, pero de ovejas, las que ordeñaba Polifemo en su caverna -respondió el poema épico de Homero.
Pinocho, entre tanto, se sacudía unas boronas de bizcocho que acababan de caer entre sus páginas 61 y 62.
–No hay día en el que no me sorprenda la infinita y creativa cantidad de lecturas e interpretaciones que generamos. Cada lector, una versión -comentó Don Quijote de la Mancha.
–Más bien: cada lector, diversas versiones, pues cada interpretación depende del momento existencial en que lea -acotó el Génesis. Cada situación, estado de ánimo, experiencia, conocimiento, contribuye a moldear los análisis de los lectores. Digo análisis, no conclusiones, porque nada es concluyente en el mundo de la lectura.
–Cierto -manifestó Pinocho-. Ayer, por ejemplo, en mis páginas la mentirosa era el hada madrina , mientras que el zorro y el gato aparecían como seres bondadosos. Todo depende de la mirada, o las miradas, con que nos lean las personas.
–El hecho de que estemos impresos en tinta no nos hace inflexibles, rígidos, inconmovibles. Nada más maleable y moldeable que la literatura -comentó Odisea, una obra en la que algunos lectores ven a Penélope como la verdadera protagonista.
–¿Saben ustedes, estimados amigos, que existe una versión mía en la que Sancho Panza se roba el último capítulo de la novela de Cervantes para evitar que el Caballero de la Triste Figura muera? Yo sé lo que es vivir a expensas de las múltiples interpretaciones de los lectores.
–De las múltiples, antojadizas o racionales interpretaciones de quienes devoran nuestras palabras -expresó el Génesis-. Somos como la figura del héroe costarricense don Juanito Mora, a quien cada tico echa mano para sustentar sus argumentos o defender determinada visión de la realidad y el desarrollo. ¡He escuchado cada barbaridad en nombre de don Juanito! ¡Y también cada barbaridad en nombre de Dios!
–Pero a pesar de todos los riesgos, abusos y peligros que conlleva ese universo de versiones, debemos velar siempre porque los lectores gocen de la plena libertad de generar interpretaciones tan disímiles. Desfacer los entuertos de las verdades únicas y oficiales es una de las causas más nobles y justas. (¿Hace falta especificar cuál de los libros dijo esto?).
Palabras más, palabras menos; versiones más, versiones menos, así por el estilo transcurren las charlas de café de esos cuatro inquilinos de mi biblioteca.
Les confieso que la primera vez que los escuché conversar en torno a sus historias, pensé que quizá un año sería más que suficiente para darme por satisfecho con algo parecido a una relectura de ellos cuatro. No obstante, pronto caí en la cuenta de que la lectura y la relectura son ejercicios que nunca acaban, pues las interpretaciones de los relatos son infinitas.
- Escribí este cuento con motivo de la Feria Internacional del Libro Costa Rica 2023 que se realiza entre el 26 de agosto y el 3 de setiembre en el Centro de Eventos Pedregal.

José David Guevara Muñoz, editor de Don Librote.