El escritor ruso Lev Tolstói (1828-1910) nos heredó un cuento que resulta sumamente pertinente para la Costa Rica de hoy: ¿Cuánta tierra necesita un hombre?

Se trata de la historia de Pajom, un campesino que nunca se siente satisfecho con la cantidad de terrenos que posee. Siempre quiere más. ¡Insaciable! ¡Voraz!

De allí el título de esta nota, el cual también podría ser: ¿Cuánta cochinilla necesita un hombre? O bien, ¿Cuántos kilos de carne necesita un asado?

Podemos agregar más variantes: ¿Cuántos favores sexuales necesita un funcionario público? ¿Cuántas “mordidas” necesita un angurriento? ¿Cuántos contratos a la medida necesita una empresa? ¿Cuánto asfalto se necesita para pavimentar una reputación echada a perder?

“Si algunos de nuestros vecinos se fueran, viviríamos con más holgura. Me quedaría con sus tierras y ampliaría mis propiedades. Entonces viviríamos mejor. Ahora padecemos demasiadas estrecheces”, pensaba Pajom, un hombre que podía vivir feliz y satisfecho con lo que tenía, pero lo dominaba el afán de riquezas.

Este relato fue escrito en 1886, hace 135 años, y aún mantiene su vigencia; Pajom bien podría llamarse… póngale usted el nombre que quiera. Es más, puede escribirlo -tan solo para darle algunas sugerencias- sobre alguna trocha, cemento o una carretera; ¡hay para todos los gustos!

Lo curioso con el campesino codicioso es que terminó sus días en una tumba cavada con un azadón. Tanto correr por acumular tierra y al final acabó en un hueco en el que apenas cabía su cuerpo.

Como dice el refrán: “Todo buchón muere pelón”.

¿Cuánta tierra necesita un hombre? ¿Cuánta corrupción necesitan los sinvergüenzas?

¿Qué tal si creamos en nuestro país el premio anual al Pajom? Candidatos sobran…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote