Sucedió hace pocos días: me levanté, bañé, recogí los periódicos, preparé el café y un emparedado de jamón y queso, me senté con mi primer comida del día frente al televisor, lo encendí, pasé varios canales y de pronto descubrí el rostro de Nélida Piñón en HBO.

¿De qué hablaba esta autora brasileña de origen gallego? Pues de la vida y la literatura, y de cómo ambos ríos -uno de piel y otro de papel- se encuentran, mezclan y desembocan en el mismo mar donde fluyen las impredecibles corrientes y mareas del ser humano.

“Somos seres humanos confusos y fascinantes”, la escuché decir mientras un sorbo de café negro se deslizaba como un niño feliz sobre el tobogán de mi garganta.

Está claro que ella no podía escucharme, pero le dije que estaba cien por ciento de acuerdo con esa perspectiva sobre las personas. El caos y el encanto son, en mi opinión, dos de los ingredientes que nos caracterizan y definen.

La confusión (misterio, incertidumbre, enigma) es arcilla y la fascinación (fantasía, magia, locura) es agua. La vida es un torno de alfarero que no cesa de girar y modelar.

“Escribir es una pregunta permanente”, manifestó esta mujer de 83 años y quien ha ganado, entre otros premios, el Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1995), el Menéndez Pelayo (2003) y el Príncipe de Asturias de las Letras (2005).

Pensándolo bien, todo -excepto los dogmas- es una pregunta permanente: el amor, la risa, el llanto, el silencio, la soledad, el sexo, la ternura, Dios, el odio, la pasión, la solidaridad, la noche, la lluvia, la muerte…

Reflexioné al respecto al tiempo que mi agudo sentido del olfato se deleitaba con el inconfundible aroma del pan tostado y mis ojos anclaban en algunos de los libros de Nélida Piñón que tengo en mi biblioteca: “La épica del corazón”, “Libro de horas”, “Una furtiva lágrima”, “La república de los sueños” y “La camisa del marido”.

“La realidad está llena de sueños”. No se trataba de una homilía, pero dije “¡amén!”. ¿Qué sería de nosotros sin la capacidad de soñar despiertos?

Necesitamos desear, aspirar, alimentar la esperanza, mondar la jugosa naranja de las utopías y oler las cáscaras, libar todo el jugo, masticar la estopa, tragarnos las semillas para que varios árboles crezcan en nuestro interior.

“La memoria comienza donde se nació”. Expresó esta bella y profunda escritora a quien su padre le abrió durante su infancia y adolescencia una cuenta en una librería de Río de Janeiro para que adquiriera las obras que le apetecieran.

Mi memoria está incompleta, pues nunca he regresado a la tierra donde nací: Cali, Colombia. Me debo ese viaje. Me debo esa cita. Me debo ese abrazo a mis raíces.

Sí, desayuné con Nélida Piñón y se me alegró el corazón.

JDGM