Dormir sobre las letras
La a me acompaña, acaricia, arrulla, abraza y abriga. Por eso me gustan los libros de las editoriales Anagrama y Alfaguara… ¡cuántas aes!
La be me lee cuentos y poemas de Benedetti, novelas de Baroja e historias de Bellow.
La ce me produce cansancio y se acerca a mis ojos y los cierra. Cortesía de Cortázar.
La de me ayuda a dormitar; se lleva lejos las dudas, dilemas y dolores. Donosa como Donoso.
La e me infunde esperanza y entusiasmo; ingredientes vitales para descansar. Lo saben los editores del sello errata naturae.
La efe me induce a fantasear y figurar, lo cual apacigua mi mente y la prepara para el reposo. Es como la poesía de Federico García Lorca.
La ge son los pasos del gato Goytisolo sobre el techo.
La hache, por ser muda, apaga el tic tac del reloj que marca las horas. En especial cuando leo a Homero.
La i, de Istarú (Ana) me inquieta, pues incrusta en mi mente ideas “inconvenientes” e inspiradoras…
… entonces la jota acude en mi auxilio; me devuelve la calma hablándome de las novedades literarias de La Jirafa y Yo.
La ka es de mis favoritas. El placer de leer a Kafka en horas en que el sol ya ronca.
La ele de libro, lectura, literatura. Me lame los lóbulos con su lengua de leopardo. ¿Cómo no dormir con ella?
La eme, musa musical, me mece mansamente. Mistral, McCullers, Moix.
La ene: la nana de las letras. Nanas de la cebolla, poema de Miguel Hernández que canta Serrat.
La eñe huye como el ñandú y el ñu, y se esconden, según ellas en Cien años de soledad y en Cuentos y hazañas de Ñor Garúa.
La o se posa poco a poco en mis ojos y los oscurece, apaga. Una noche me dormí sobre un libro de Oates (Joyce Carol).
La pe de los perros que escucho ladrar mientras leo. Me hacen pensar en El coloquio de los perros, de Miguel de Cervantes.
La qu de Quiroga, Quiñones, Quevedo. Ni Morfeo me hace soñar tanto como ellos.
La ere me relaja mientras disfruto los textos de Rulfo.
La ese me hace sisear para pedir silencio. Sartre demanda concentración.
La te del texto que leo con cualquier pretexto y que si me estoy durmiendo saco de contexto. Esos instantes de agotamiento en los que las palabras brincan como Tío Conejo.
La u de universal, como los libros de los españoles Miguel de Unamuno y Francisco Umbral.
La uve de Vargas Llosa, un autor que detesta una estimada lectora de esta página.
La doble w. ¡Grande, Walt Whitman! Sueño reparador luego de leer Hojas de hierba.
La equis… lo confieso: he tenido sueños tres equis. Podría contárselos a Xavier Pérez, coautor de El cuerpo erótico de la actriz durante los fascismos: España, Italia, Alemania.
La ye. Hay letras que huelen a yerbabuena. Como las de Yourcenar (Marguerite).
La zeta. Inicial de Zambra, Zweig y Zambrano. Apenas para dormir en pazzzzzzzzzz…
JDGM