Uno de los personajes bíblicos que más enigmáticos me ha resultado siempre es Lázaro, de Betania, el hermano de María y Marta, y a quien Jesús resucitó cuando tenía cuatro días de estar en el sepulcro.

Así lo narra el evangelio de San Juan en el capítulo 11.

“¡Lázaro, ven fuera!”, dijo Jesús, de acuerdo con el relato. “Y el que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir”.

Se le menciona de nuevo en el capítulo 12 del mismo libro: en el versículo 1, donde se dice que había estado muerto, y en los versos 9-11, en los que se da cuenta de un complot urdido por los principales sacerdotes para matar a Lázaro, pues por causa de su resurrección muchos judíos creían en Jesús.

Luego este personaje desaparece por completo. No se habla más de él en el Nuevo Testamento. Nada de nada. ¡Se lo tragó la tierra! Silencio absoluto.

Ni siquiera aparece en los relatos sobre la muerte y resurrección de Jesús.

¿Por qué razón?

Desconozco la respuesta y me niego a especular.

Sin embargo, me gusta leer textos literarios (léase ficción) que ofrecen distintas perspectivas sobre la vida de ese hombre; entre ellos, El despertar de Lázaro, de la escritora costarricense Julieta Pinto, publicado por primera vez en 1994.

No es una obra teológica, sino filosófica en torno a la vida y la muerte.

El relato nos ofrece una visión muy humana del protagonista, quien vive enojado con Jesús básicamente por dos razones: 1. Porque tenía que morir de nuevo, enfrentar por segunda vez la difícil y terrorífica experiencia de la muerte y, 2. No entendía la resignación de Jesús ante el destino de muerte en la cruz que le esperaba. Lázaro no entiende por qué Cristo, siendo el Elegido, no se rebela contra el dolor que lo aguarda.

La historia que nos regala Pinto, autora también de El eco de los pasos, Pizco, Tata Pinto y El niño que vivía en dos casas -entre otros escritos- muestra a un Lázaro en constante reflexión, planteándose preguntas como “Si Él tenía poder de conservar mi vida, ¿por qué me dejó morir?”, “¿Cómo decirle que no puedo perdonarle este retorno a la vida ahora que ya conozco la muerte?” y “¡La muerte necesaria! ¿Cómo se puede decir semejante mentira?”

Esta novela nos invita a reflexionar, tener presente que la fe es también interrogar, cuestionar, confrontar, dudar, discutir, replicar. Creer no está reñido con la mente y el cerebro.

Y mientras leo esta obra no ceso de preguntarme por qué ese silencio en torno a la vida del Lázaro resucitado, por qué ese vacío de información, por qué esa nebulosa.

Desconozco la respuesta y me niego a especular.

La vida… siempre llena de silencios que no entendemos, misterios que nos roban el sueño, secretos sin desvelar, preguntas sin respuestas… La existencia es enigmática, ese es uno de sus encantos.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote