De repente caigo en la cuenta de que estoy comenzando a leer un gran libro, una de esas obras literarias que dejan una huella profunda.

El maestro y Margarita, del médico y escritor soviético Mijaíl Bulgákov (1891-1940).

Apenas he leído 61 páginas, de un total de 482 de la edición publicada por la firma española Navona Editorial, más que suficientes para comprender que estoy navegando en aguas profundas.

La historia comienza una tarde de primavera en la que el Diablo camina por Moscú. Esa es la primera puntada de un tejido que satiriza la vida soviética en los días más tenebrosos del poder estalinista.

El relato me atrapó en cuanto comprendí que es el Diablo quien defiende la existencia de Jesús ante dos intelectuales ateos.

Dicho personaje comparte con ambos interlocutores una versión del interrogatorio al que fue sometido Jesús, poco antes de ser condenado a muerte, por el procurador romano Poncio Pilatos. Se trata de una narración mucho más completa que la de los evangelios.

Al final el Diablo le confiesa a Mijaíl Aleksándrovich Berlioz, editor de una revista de artes y letras, y a Iván Nikoláievich Poniriov, poeta, que él estuvo presente en ese episodio que culminó con la crucifixión de Jesús.

Eso sí, “don Sata”, como lo llamaba mi padre, no le revela su identidad a los compañeros de tertulia, a quienes les parece estar ante un espía o un turista alemán loco.

Acabo de leer un capítulo en el que el Pisuicas, como lo llamaba la escritora y educadora costarricense Carmen Lyra, aparece en compañía de un gato grande como un cerdo, que camina sobre sus patas traseras y que cuenta con dinero para pagar el pasaje en tranvía.

Una novela en la que Bulgákov mezcló ingredientes como fantasía, mitología, humor, historia y misterio. ¡Me gusta! ¡Me tiene atrapado!

Estoy contento porque vuelvo a experimentar la misma sensación que he vivido con libros como Suite francesa, de la judía ucraniana Irène Némirovsky (1903-1942) y Gargantúa y Pantagruel, del francés François Rabelais (1493 o 1494-1553).

Lo mismo sentí con Reloj sin manecillas, de la estadounidense Carson McCullers (1917-1967); La metamorfosis, del bohemio Franz Kafka (1883-1924), y Rayuela, el franco-argentino Julio Cortázar (1914-1984).

Sumemos tres obras de autores costarricenses: El sitio de las abras, de Fabián Dobles (1918-1997), Gentes y gentecillas, de Carlos Luis Fallas (1909-1966) y Cuentos de angustias y paisajes, de Carlos Salazar Herrera (1906-1980).

Hay que agregar, ¡por supuesto!, a Don Quijote de la Mancha, del español Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616).

Podría citar otras obras y autores, pero no es ese el sentido de esta nota enfocada en la maravillosa experiencia de descubrir una novela de alto calibre: El maestro y Margarita.

Se trata de un texto que Bulgákov comenzó a escribir en 1928 y del que redactó varias versiones. Para variar, la obra fue censurada y se publicó de forma completa en 1967.

Estoy comenzando a leer un gran libro. ¡No me cabe la menor duda!

JDGM