Tuve que leer 544 páginas, de un total de 593, para por fin descubrir en cuál época está ambientada la novela Monjas y soldados, de la escritora y filósofa irlandesa Iris Murdoch (1919-1999).

En algún momento de mi lectura di casi por un hecho que este relato publicado en setiembre de 1980 tenía como telón de fondo los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, pero estaba equivocado.

Lo más probable es que esa suposición se haya basado en el título del libro, pues a lo largo de mi vida he visto muchas películas de ese tiempo protagonizadas por religiosas y militares.

Tengo pendiente llamar por teléfono a un amigo que hace unas dos semanas me preguntó por el escenario histórico de esta obra que terminé de leer la noche del pasado domingo: Día Internacional del Libro. Le dije a él que se trataba de la Inglaterra post Segunda Guerra Mundial.

Me pregunto ahora si acaso fui un lector descuidado que no supo ver o interpretar los indicios o pistas aportados por la autora de esta historia que si bien disfruté mucho, creo que es innecesariamente larga.

Yo, periodista que ha sido editor, recordé una y otra vez -durante mis vastas horas de lectura- las palabras de un querido colega argentino: “Escribir es humano, pero cortar es divino”. Claro, muy fácil decir esto cuando uno no es el padre de la criatura, pero la verdad es que cada vez más me enamoro de los textos cortos, breves, que lejos de atormentar a los lectores, los deleitan con el placer de la síntesis.

Lo confieso: a este comensal literario le resultó extraño el hecho de que tras devorar cientos de páginas y miles de párrafos, no hubiera saboreado un bocado que respondiera la pregunta del título de este artículo.

Masticaba y engullía diálogos y episodios en busca de un sabor que me sacara de la duda… ¡qué sé yo!, alguna referencia a la actriz y cantante alemana Marlene Dietrich (1901-1992), una mención al exprimer ministro británico Winston Churchill (1874-1965), una alusión al escritor irlandés James Joyce (1882-1941) o tan siquiera un guiño que insinuara el nombre del pintor y escultor español Pablo Picasso (1881-1973).

A ratos imaginaba a Iris Murdoch divirtiéndose a costa de las interrogantes de los lectores, jugando a las escondidas, escondiendo un as bajo la manga de su vestido. Después de todo, las preguntas sin respuesta ha sido siempre un válido e importante recurso literario; contrario a los periodistas, los escritores no están obligados a responder las preguntas vitales.

Por dicha esta autora no me dejó con la espina…

El sábado pasado, 22 de abril, arribé a la página 544, en donde un grupo de personas festeja la noticia del momento: la elección de un papa polaco. No se menciona el nombre, pero sabemos que se trata de Karol Wojtyla: Juan Pablo II, el pontífice 264 de la iglesia católica.

La elección de ese sucesor de San Pedro tuvo lugar el 16 de octubre de 1978 y Wojtyla se mantuvo en el trono del Vaticano hasta el 2 de abril del 2005.

A ese papa se le menciona también en la página 545, y luego desaparece. Ocupa, apenas, 20 líneas en esta voluminosa novela publicada -me refiero a mi ejemplar- por la editorial española Impedimenta.

El Diccionario de la Lengua Española, define la palabra impedimenta como el “bagaje que suele llevar la tropa, e impide la celeridad de las marchas y operaciones”. ¿Habrá tenido algo que ver esto con la lentitud con que Iris Murdoch reveló la época en la que está ambientada Monjas y soldados?

Sea como sea, ¡benditos sean los enigmas, acertijos y misterios literarios!

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote