Moravia en la realidad; París, en el libro.

Sí, mis pies pisando el césped de la plaza de fútbol de Jardines de Moravia mientras mi mente soñaba con la capital francesa.

Ocurrió esta mañana. Después de una caminata de cuarenta y cinco minutos por el barrio, me senté en una de las tres bancas de madera ubicadas alrededor de esa cancha en la que hace muchos años me creía el brasileño Sócrates o el polaco Lato, y leí varias páginas de la novela Después del invierno, de la mexicana Guadalupe Nettel (1973), publicada por Anagrama.

Así, al tiempo que escuchaba las voces de cuatro canosos contertulios situados a unos seis metros de mi poyo, intentaba recrear algunas imágenes de la Ciudad Luz que tanto atraen a los turistas y que -como dice la escritora- nos muestran las películas.

Interesante saltar de un lugar a otro… pues aunque mis oídos prestaban atención a las anécdotas de bailes, personajes y viejos amores que intercambiaban aquellos entusiastas amigos de la conversación, mis ojos leían sobre el olor a flores que impera en la urbe de la torre Eiffel, el Arco del Triunfo y la Catedral de Nuestra Señoraentre mayo y setiembre.

París y Moravia hicieron hoy el amor sobre una banca de madera.

El libro de Nettel me hablaba, al filo del medio día de este martes, de parisinos cantando por las calles, pero la vida me regalaba -en vivo y a todo color- un concierto de carcajadas interpretado al calor de alguna ocurrencia genial o un comentario pícaro.

La barra de camaradas moravianos me contaba una historia de amistad cocinada en el fuego lento de los años, pero la deliciosa y sugerente pluma de la autora azteca me seducía con escenas de camareros y vendedores de quiosco amables.

De repente, Moravia y París coincidieron en el terreno del buen humor, un estado de ánimo que en el corazón del río Sena “se esparce en el aire como una nube benéfica”, y que en la plaza de Jardines contagiaba a quienes paseaban sus perros a esa hora del día.

“Un ambiente de tarjeta postal”, escribió Guadalupe Nettel; un momento para la sonrisa de la esperanza, anoto yo.

Soy un hombre afortunado y bendecido, pues hoy fui testigo de uno de esos hermosos instantes en los que realidad y ficción, vida y literatura, Moravia y París, hacen el amor y nos obsequian una vivencia mágica e inolvidable.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote