La idea era estudiar matemáticas, pero el cuerpo desnudo y tembloroso que aquella compañera de colegio cubría con una bata semitransparente me distrajo en todo momento. No pude concentrarme.

Aquella mañana de 1976, yo era un adolescente de 14 años que salió de su casa con el Álgebra de Baldor bajo el brazo, pero regresó con imágenes del Kama-sutra en la imaginación.

La aritmética sucumbió ante la geometría.

Mi mente trataba de concentrarse en hojas cargadas de números, pero mis ojos se enfocaban en páginas habitadas por poros, vellos y lunares.

A esa edad, las hormonas se encontraban en pleno estado de ebullición.

Las ecuaciones eróticas se revolvían en mi cabeza cada vez que aquella amiga acercaba su rostro al mío. Su cuerpo era la incógnita que yo deseaba despejar.

Al cabo de unas tres horas de tensión, mi compañera cerró el libro de golpe y con voz triunfal dijo: “¡Ya estamos listos para el examen!”

Me puse de pie, le di las gracias por todo lo que me había enseñado y regresé a casa en un puro temblor.

Ese es el episodio de mi vida que tengo en mente mientras leo la novela Vestida de corto, de la escritora francesa Marie Gauthier (1977).

Comencé a leerla ayer y espero terminarla hoy en aras de escribir y compartir más tarde una reseña sobre esa obra que relata la tensión sensual entre una chica de 16 años y un muchacho de 14.

Esta historia ganó, el año pasado, el Premio Goncourt, uno de los principales galardones literarios de Francia.

Nos leemos más tarde…

JDGM