Don Quijote sería el ministro de Justicia y Paz. No me cabe la menor duda, pues se trata de un personaje literario comprometido con la misión de “desfacer entuertos”.

Aladino (de Las mil y una noches, cuentos tradicionales del Oriente Medio) asumiría como jerarca de Hacienda. ¡Imagínese los milagros que lograría en materia de finanzas públicas con tan solo frotar la lámpara maravillosa para que aparezca un genio generoso.

El Ministerio de la Condición de la Mujer estaría en manos de Magdalena (del escritor costarricense Ricardo Fernández Guardia, una dama que -como protagonista de la primera obra dramática de Costa Rica- experimentó en carne propia la imagen estereotipada de las féminas en nuestra sociedad.

La cartera de Obras Públicas y Transportes tendría en Doña Bárbara (del venezolano Rómulo Gallegos) a una ministra curtida -por experiencia propia- en portillos y callejuelas ilegales como el soborno. ¿Quién sería capaz de bailarse a una maestra en esas lides?

Se me ocurrió ensayar la lúdica conformación de un equipo de gobierno ahora que el tema del futuro gabinete (que asumirá funciones a partir del 8 de mayo) está cada vez más presente en los medios periodísticos.

¿Quién mejor que Alicia (del británico Lewis Carroll) como jerarca del Ministerio de Turismo para promocionar al país de las maravillas?

Don Segundo Sombra (del argentino Ricardo Güiraldes) tendría a su cargo la cartera de Agricultura y Ganadería. Sería un ministro no solo enamorado y conocedor de la vida en el campo, sino además inteligente, serio y callado (¡vaya virtudes!).

Sería un lujo contar con un cronopio (del autor franco-argentino Julio Cortázar) al frente del Ministerio de Cultura y Juventud. Estoy seguro de que nos sorprendería la gestión de un jerarca ingenuo, idealista, desordenado, sensible y poco convencional; podría complementarse, en el cargo de viceministro, con un fama (criatura creada por el mismo escritor): rígido, organizado y sentencioso.

El Ministerio de Salud me plantea un dilema entre dos personajes del mundo de la ficción: Uvieta (el del cuento de Carmen Lyra) que supo ponerle un “estate quieto” a la muerte, y Remedios, la bella (personaje de Cien años de soledad, del colombiano Gabriel García Márquez) que permaneció inmune a la peste del banano. ¿A quién nombraría usted? Ayúdeme un poco, por favor.

La cartera de Educación quedaría en manos de la madrina (de Carlos Luis Fallas, Calufa), pues necesitamos ahí a una jerarca plenamente identificada con la imperiosa necesidad de mejorar la formación pública en aras de abrirle más oportunidades a un importante sector de la población costarricense.

¿Y el Ministerio de la Presidencia a quién se lo asignaría? Lo tengo claro: Ana Karenina (del ruso León Tolstói). ¿Por qué razón otorgarle ese puesto a la protagonista de una novela que versa sobre traición, fe, familia, matrimonio, adulterio, sociedad imperial, deseo y vida rural versus urbana? Porque apuesto, para ese cargo de intenso diálogo y negociación, por alguien que conozca la compleja e impredecible naturaleza humana.

Job (personaje del Antiguo Testamento) va directo al Ministerio de Comunicación? Se requiere a alguien célebre por su paciencia…

Tieta de Agreste (del escritor brasileño Jorge Amado), una dama inteligente, astuta, libre, empoderada, firme y con carácter, sería la ministra de Comercio Exterior debido a su amplia visión del mundo, su riqueza de horizontes y su apertura a diversas perspectivas de negocios y desarrollo.

La cartera de Seguridad Pública ya tiene nombre: Odiseo (del poema épico Odisea, de Homero). Tipo astuto, mañoso y agudo al que se le atribuye la idea de crear el caballo de Troya. Se requiere de alguien así para enfrentar al hampa.

Tengo pendientes los nombramientos de muchos otros ministros, pero por ahora les adelanto estas designaciones. ¿Qué les parecen? ¿Voy por buen camino o pinta mal este gabinete?

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote