¿Ha leído libros sin palabras?
Yo sí.
Me explico…
Tengo en casa una modesta colección de libretas y cuadernos que a simple vista parecen libros.
Me refiero a que tienen tapas duras y cantos similares a los de los textos literarios.
Sin embargo, las hojas internas son blancas. Absolutamente albas.
Muy de vez en cuando tomo con mis manos uno de esos artículos y me siento a leerlo en mi sillón de lectura.
Leerlo con la imaginación, quiero decir.
Imagino un título, una historia, varios ambientes, diversos personajes y diálogos, distintos episodios, descripciones de paisajes y elementos como ventanas, lámparas, alfombras, candelabros, botellas de vino, periódicos apilados; en fin, toda la utilería que cabe en el aparador de mi creatividad.
Nunca tomo nota de esos relatos que invento, pues escribir me interrumpiría y la idea es que los relatos fluyan, corran como ríos hacia el mar.
Asimismo, no siempre tienen que ser cuentos, poemas o capítulos de novelas cien por ciento originales. Con alguna frecuencia me tomo la libertad de fantasear y leer una escena inexistente en Don Quijote de la Mancha, Mamita Yunai, El fantasma de la ópera o A ras del suelo.
Me gusta imaginar historias, es algo que practico desde mi infancia. A veces me sumerjo tanto en ellas que río, aplaudo, cuestiono, critico y hago preguntas en torno a lo que sucede en esos mundos de páginas blancas.
Afortunadamente crecí en un hogar en el que papá y mamá estimulaban la imaginación de sus cuatro hijos, para lo cual no había que pagar ni un cinco; bastaba, por ejemplo, con acostarnos sobre el zacate de un potrero o una plaza y jugar a descubrir figuras en los múltiples y cambiantes trazos de las nubes.
La fantasía fue el primer papalote que hicimos volar Frank. Alejandro, Ricardo y yo.
Después, aprender a leer fue como abonar el surco de la creatividad, los sueños, la inventiva, el ingenio, la ocurrencia y toda esa constelación de estrellas que nos ayudan a sobrellevar y transformar la cruda realidad.
Pregunto de nuevo: ¿Ha leído libros sin palabras?
Si no lo ha hecho, l@ a hacerlo. Vale la pena alimentar la imaginación.
JDGM
(*) Comparto temprano el texto correspondiente a hoy domingo, pues voy a darme una merecida escapadita al campo.