Aclaro: no cualquier texto censurado o proscrito halla espacio en los anaqueles de mi casa; únicamente recibo las obras “malditas” cuya calidad literaria me seduzca.

Por ejemplo, en mis estantes residen Ulises, de James Joyce; Trópico de Cáncer, de Henry Miller; Lolita, de Vladimir Nabokov; Madame Bovary, de Gustave Flaubert y El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence.

Tengo más, pero baste por ahora mencionar esos títulos que saben lo que es enfrentar la furia de políticos, religiosos y moralistas. La historia de la Humanidad está llena de personajes que se han creído ungidos para dictarle a sus semejantes qué pueden leer y qué no.

Por esa experiencia pasó el más reciente volumen “pecaminoso” en arribar a buen puerto en mis libreros: Edén, Edén, Edén, del escritor francés Pierre Guyotat (1940-2020) y publicado por la editorial española Malas Tierras.

Se trata de una publicación lanzada al mercado en 1970, por la casa Gallimard, junto con un decreto gubernamental que prohibía su venta a menores de edad, así como su exposición y publicidad. En ese estado se mantuvo por más de diez años.

Esta novela está ambientada en una zona contaminada y apocalíptica del desierto de Argelia en tiempos de una guerra civil. En sus 263 páginas están presentes la violencia, el cuerpo humano y el sexo… es decir, parte de la vida tal cual es (no podemos tapar el Sol con un dedo).

Resulta fácil quedarse sin frenos y sin aliento mientras se lee esta obra, no solo por las crudas e intensas (en ocasiones, nauseabundas) escenas que describe, sino también porque no contiene ni un solo punto y seguido, punto y aparte o punto y final.

En efecto, el relato apenas concede las pausas que marcan las comas, los punto y coma, los dos puntos y los puntos suspensivos.

La historia termina con una coma. ¡Cero puntos!

Afortunadamente, Edén, Edén, Edén escapó también del punto final de la censura.

No en balde, el filósofo francés Roland Barthes (1915-1980) la definió como “un texto libre”.

Otro francés, el escritor Michell Leiris (1901-1990) dijo, refiriéndose al título del libro, “no es un infierno, aunque tampoco un paraíso, lo que Pierre Guyotat se propone hacernos visitar”.

Entonces, ¿por qué Edén, Edén, Edén? Aporto mi humilde respuesta haciendo otra pregunta: ¿acaso no es el paraíso perdido un tema recurrente en nuestros pensamientos, conversaciones y nostalgias?

Adán y Eva fueron expulsados del huerto, pero Edén, Edén, Edén nunca sabrá lo que es ser desterrado de los placeres de mi paraíso de papel y tinta.

JDGM