Empiezo a leer la novela La isla, del escritor italiano Giani Stuparich (1891-1961), a quien no conocía, y mis recuerdos despiden el exquisito aroma del rice and beans con pargo y patacones.

No es que este libro publicado por Editorial Minúscula, de Barcelona, España, esté ambientado en el Caribe o gire en torno a una comunidad de hombres y mujeres con las pieles vestidas de noche; se trata de una obra que narra los últimos días de convivencia de un padre y su hijo en una ínsula que forma parte importante del pasado de ambos.

Lo que pasa es que en cuanto comencé a adentrarme en estas páginas evoqué una inolvidable experiencia que viví la única vez en que he visitado Isla Uvita, ubicada a 1,4 kilómetros al este de puerto Limón.

Pisé la arena de ese paraíso terrenal de 420 metros de longitud y un área de 80 hectáreas para cubrir, como periodista, una jornada de liberación de tortugas que habrá tenido lugar entre finales de los años ochenta e inicios de los noventa del siglo pasado.

Llegué allí en compañía de dos compañeros de trabajo, un fotógrafo y un chofer, con quienes viajé en lancha sobre la superficie de un mar sereno en aquella lejana mañana de sábado.

Observé y tomé nota de los detalles más relevantes de la liberación de cientos de reptiles del orden de los quelonios.

Una vez finalizada la ceremonia, los organizadores invitaron a todos los asistentes -unas 100 personas- a disfrutar de los alimentos bajo las sombras de los árboles.

Lo que mis compañeros y yo ignorábamos era que cada quien tenía que llevar su propio almuerzo. No nos queddó más que sentarnos a orillas del mar a saborear el paisaje.

Pero siempre hay personas bondadosas y generosas…

En este caso se trató de una abuela limonense que había cocinado abundantes y deliciosos manjares propios de su rica cultura y tradición: rice and beans, pargo y patacones.

–Muchachos -nos dijo-, ¿ustedes no van a almorzar?
–Lo haremos cuando regresemos a Limón, pues no sabíamos que había que traer alimentos -respondí.
–¡Nada de eso! Donde hay para unos alcanza para todos. Vengan a almorzar con nosotros -se refería a parte de su enorme familia-.

Quedamos satisfechos y sumamente agradecidos con aquella familia que no solo compartió el pan con nosotros, sino la amistad, la conversación y el sentido del humor.

Sí, como les dije, empiezo a saborear La isla, de Giani Stuparich, ¡y me gusta! Esta historia me abre el apetito de lector. Sin embargo, el plato fuerte me lo sirvió la memoria, esa que a lo largo de este lunes no ha dejado de oler a rice and beans.

Definitivamente, los libros nos hacen emprender viajes que van mucho más allá de las fronteras de papel.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote