Apenas comienzo a entrar en las corrientes de tinta de este cauce y aunque el agua aún no supera el nivel de mis tobillos, el baño de lectura promete ser una buena experiencia.

La obra, de 431 páginas y publicada por Siruela, empieza con la historia de un grupo de hombres que recorren los caminos de Grecia a caballo.

Se trata de embajadores nombrados por el faraón egipcio Ptolomeo III con la misión de buscar y comprar (incluso robar con mentiras o violencia) los mejores libros que existían en el mundo del siglo III a. C.

El propósito de esa empresa era equipar a la biblioteca de Alejandría con tal cantidad y calidad de textos que ninguna ciudad del planeta igualara o superara la valiosa colección de manuscritos de ese puerto del Mediterráneo.

Cuenta la autora de “El infinito en un junco”, Irene Vallejo (1979), española con un doctorado en filología clásica, que Ptolomeo III soñaba con adquirir las versiones oficiales de los escritos de Esquilo, Sófocles y Eurípides.

Siguiendo instrucciones precisas de su rey, los hombres comisionados le pidieron a las autoridades atenienses permiso para llevar los rollos a Egipto, en donde serían copiados por diestros amanuenses.

La licencia fue concedida a cambio del pago de un depósito o fianza por quince talentos de plata (equivalentes a $15 millones de hoy día), suma que fue entregada sin el menor contratiempo o regateo.

¿Conocen o intuyen el final de esa historia? En efecto, las autoridades de Atenas aún están esperando la devolución de aquellas tragedias griegas.

Antigua, mucho, la costumbre de no devolver los libros…

“El hambre de libros desatada en Alejandría empezaba a convertirse en un brote de locura apasionada”, comenta Vallejo, cuya investigación sobre los orígenes de los libros ha sido aplaudida por escritores como Mario Vargas Llosa (premio Nobel de Literatura 2010) y Juan José Millás (ganador de los galardones Planeta y Nadal).

De acuerdo con el argentino-canadiense Alberto Manguel (1948), escritor, traductor y editor, “Vallejo ha decidido sabiamente liberarse del estilo académico y ha optado por la voz del cuentista, por la historia entendida como fábula”.

No les quepa la menor duda de que esta noche me adentraré más en las aguas de este seductor río de tinta.

JDGM