La lectora visitó el taller de marcos y molduras y encargó una pieza cuadrada conformada por imágenes de libros de muy diversos colores, tamaños y grosores.

–Quiero que tenga un fondo blanco -le indicó al dueño del local.
–Si me trae la pintura o la foto que quiere enmarcar, con gusto la coloco en su sitio y le entrego el trabajo completo.
–Gracias, pero no pienso exhibir ninguna imagen en particular.
–Entiendo, es para regalar.
–Tampoco. Lo quiero para mí.
–De acuerdo, como usted guste.

El hombre no insistió, pues no quería correr el riesgo de indisponer a una clienta nueva.

La lectora pagó por adelantado la mitad del trabajo y quedó en cancelar el resto tres días después, cuando recogiera el marco.

El enmarcador puso manos a la obra, pero sumamente intrigado porque nunca antes, en treinta y ocho años de experiencia, le habían solicitado un marco con fondo blanco. Sus obras mostraban siempre alguna imagen… un volcán, una pareja remando en un lago, un caballo de raza, una familia, un grupo de perros jugando billar, en fin…

“¿Será que lo va a vender o a rifar? ¿Será que quiere tenerlo listo para cuando le entreguen un dibujo, una acuarela, un óleo o un título de graduación en literatura o filología? No creo que vaya a colgarlo en alguna pared tal y como yo voy a entregárselo. Aunque quién sabe, ¡hay gente tan rara!

Al cabo de tres días la lectora pasó a recoger el marco y el hombre no se quedó con las ganas de preguntar.

–Disculpe la molestia, no quiero ser tan pesado como el curioso impertinente de don Quijote, pero tampoco quiero quedarme con la duda. ¿En serio no piensa exhibir alguna imagen en este marco?
–No se preocupe, comprendo su desconcierto. En realidad sí voy a mostrar una imagen: la que mejor me representa como lectora, pues soy una apasionada de los libros.
–Ah bueno, ya me extrañaba que fuera a dejar el marco solo con el fondo blanco.
–Eso es precisamente lo que pienso hacer.
–Perdón, no entiendo.
–Le explico: la lectura me cambia. Cada vez que leo, algo se transforma en mí; se modifica una idea, una opinión, un prejuicio, una duda, una actitud, una forma de ver la vida, un gusto, un sueño, una emoción. ¡Algo cambia! No soy la misma después de leer. No se trata necesariamente de cambios grandes o notables, pueden ser pequeños, tan pequeños que solo yo los percibo.
–Entiendo, muy interesante, pero ¿por qué el fondo blanco?
–Por lo mismo que le estaba contando. Si yo usara este marco para exhibir la foto que mejor me represente como lectora, tendría que cambiar el retrato cada día, porque leo todos los días y, por ende, cambio cada día. ¡Qué cansado estar quitando una foto y poniendo otra todo el tiempo!
–De allí que mejor deja el fondo blanco.
–Sí, pero no por cualquier razón, sino porque el color del fondo simboliza la página en blanco. Cada vez que alguien escribe, modifica una página en blanco; luego, al leer esas palabras, un lector cambia. Escribir es invitar a cambiar, y leer es hacerlo.
–Y cambiar es salirse del marco de la rutina…
–¡Exacto! ¡Eso mismo! Linda frase, lo felicito.

La lectora pagó, dio las gracias y se marchó.

El enmarcador se quedó pensando en todo lo que acababan de decirle. “No somos los mismos después de leer”, meditó y tuvo la certeza de que a partir de entonces iba a recordar las palabras de aquella clienta cada vez que hiciera un marco. “¡Esto significa un cambio!”, concluyó y sonrió. Cerró el taller y salió en un busca de una librería, pues quería sacar a su mente del encierro en el que la tenía.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote