Lo dice un lector-náufrago, un ser humano que se ha aferrado con uñas y dientes a los libros cada vez que las aguas de la vida se han tornado turbulentas o he chocado contra un témpano.

Mis amigos de papel y tinta, y también digitales y audibles, han estado siempre presentes en esos trances; gracias a ellos he logrado llegar, exhausto pero vivo, a una isla o una playa en la que me he puesto nuevamente de pie.

La palabra me ha salvado una y otra vez, me ha mantenido a flote, ha impedido que me rinda, hunda y ahogue.

Ha sido tabla en algunas ocasiones; balsa, en otras oportunidades, y salvavidas en diversas situaciones. Sea como sea, los textos literarios se las han ingeniado para ser, al mismo tiempo, faro que destella luz en la noche.

Los inquilinos de mi biblioteca, ese país editorial desparramado a lo largo y ancho del apartamento, han acudido de manera oportuna en mi auxilio. No he tenido que convocarlos con luces de bengala o manuscritos desesperados dentro de una botella que flota en el mar; ellos llegan solos, por iniciativa propia.


El libro me libra.

Me libro con un libro.

El libro me labra una ruta.

El librero es un fiel lebrero.

¡Dios libre me falte el libro!

¡Dios libro!

Los libros saben nadar. Lo dice un lector-náufrago que ha sido rescatado por novelas, auxiliado por cuentos, tomado del cuello por poemas. He recibido, incluso, respiración de canto a boca de una obra de teatro impresa.

Aunque parezca fantasioso, las biografías me han abrazado, las antologías de entrevistas me han sobado la cabeza, la mitología griega ha secado mis lágrimas, los textos de historia han curado mis heridas, las obras filosóficas me han regalado agua fresca y los ensayos me han ayudado a mantener viva la esperanza.

Julio Cortázar ha sido madero; Carmen Lyra, cuerda lanzada desde la cubierta; Juan Rulfo, flotador; Julieta Pinto, chaleco salvavidas, y así sucesivamente…

Mis libros, hermanos editoriales, han estado siempre presentes, tanto en las buenas, que han sido muchas, como en las malas, que han sido menos.

Por eso los amo. Por eso celebro siempre el Día Internacional del Libro.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote