Martes 8 de setiembre del 2020… navegando por la noche en las aguas de Instagram me enteré de que una de mis librerías favoritas, La andante, ubicada en San Pedro de Montes de Oca, tenía a la venta el libro Fábulas de Esopo.

Al día siguiente, ayer, llamé a ese Edén literario, me atendió Ismael y le pedí que por favor me separara un ejemplar de dicha obra, cuyos textos originales se le atribuyen a un esclavo que se dice vivió en la antigua Grecia entre los años 620 y 564 a. C.

La hermosa edición, ilustrada por la diseñadora catalana María Altés (1982), quien reside en Londres, y publicada por Blackie Little, se convirtió ayer en mi regalo del Día del Niño.

Diferentes ediciones de las Fábulas de Esopo ocupan un lugar importante en mi biblioteca, por una razón especial: fue mi padre, David Guevara Arguedas, quien me introdujo en el mundo de ese género literario.

Así ocurrió el 24 de diciembre de 1971, día en que mi tata, un hombre que leía todos los días en el sillón reclinable de la sala, con un libro que incluía ciento diez fábulas de Esopo ilustradas a color; una publicación de Susaeta, España.

El 28 de febrero de 1994 mi viejo me regaló ese texto -con su firma y anotaciones- y desde entonces lo conservo con mucho cariño.

En 1971, cuando ‘conocí’ a Esopo, yo era un chiquillo de diez años. Ayer, cuando adquirí la nueva edición, tenía 58 años, 9 meses y 5 días, pero volví a ser un niño.

JDGM