1.
Digo, que adquirir textos no fuera cuestión de ir a alguna librería sino de amarrarse un canasto de mimbre en la cintura, calzar botas de hule, ponerse una gorra, cargar el almuerzo en un termo o en una olla pequeña cuya tapa esté asegurada con limpiones e internarse en un cafetal no para cosechar granos maduros, sino ejemplares literarios. ¿A cómo la cajuela? ¿Cuánto por la fanega?

2.
O bien, que en las épocas de cosecha los ríos capitalinos no despidan un fuerte olor a brosa… más bien el delicioso aroma del papel y la tinta… o el de personajes universales… El Torres fragante a Don Quijote de la Mancha; el María Aguilar, a Romeo y Julieta, y el Virilla, a Tom Sawyer. ¡Qué delicia pararse sobre la baranda del puente Los incurables y zambullirse en una poza desbordada del talento de Miguel de Cervantes.

3.
¿Y por qué no iniciar cada día preparando unas cuantas jarras de poesía sin leche o varias tazas de cuentos con sustituto de azúcar? ¿No se le hace placentero dejar que el humo que exhala el coffee maker llene cada rincón de la casa con el perfume de los versos de Julieta Dobles y Ana Istarú, o de los relatos de Carmen Lyra y Carlos Salazar Herrera? ¿Qué me dice de la posibilidad de un chorreador marca Calufa o una prensa francesa marca Magón?

4.
Usted podría presentarse en una venta de café y solicitar medio kilo de historias de premios Nobel de Literatura, un paquete de narraciones premios Príncipe de Asturias de las Letras o una bolsa de obras de la Editorial La Jirafa y yo sin moler; publicaciones del escritor e ilustrador Héctor Gamboa en puro grano tostado. Camina luego por San José y le hace la boca agua a los transeúntes que pasan a su lado.

5.
Sería fantástico desvelarse no por el efecto de la cafeína, sino como consecuencia de leer en la cama historias bien contadas y que uno conserva en anaqueles forrados con empaques de Britt, Starbucks, 1820, Quetzal, Volio, Rey, Sánchez… ¿Que al día siguiente sufre un ataque de sueño en el trabajo? ¡No hay problema, se toma -en el comedor o en la soda- unos buenos sorbos de Yolanda Oreamuno o Eunice Odio ¡y adiós a la somnolencia! ¡Téngalo por seguro!

En esto he estado pensando y fantaseando desde que hace pocas semanas descubrí un canasto con libros en el restaurante Casona Aire Fresco, ubicado en Varillal de Llano Grande. ¡Juguetona que es la mente!

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote