“En un mundo caótico, adquirir libros es un acto de equilibrio al filo del abismo”.

Palabras del filósofo alemán de origen judío, Walter Benjamin (1892-1940), en su ensayo Desembalo mi biblioteca.

Estoy de acuerdo con esa afirmación. En mi experiencia como lector, los textos son una especie de contrapeso que me permite enfrentar el vértigo de la vida.

La existencia es siempre una cuerda tensa y delgada en la que hay que luchar por mantener la estabilidad.

Tarea nada fácil pues en todo momento hay vientos, vibraciones, temblores, movimientos bruscos, agitaciones.

Es en este contexto que los libros se convierten en aliados editoriales que nos dan una mano para tratar de comprender el mundo, aceptarlo tal cual es y evitar caer al vacío.

Pero bueno, imposible caminar sobre el cable de la cambiante realidad sin tropezar, desfallecer y caer.

Entonces los libros se transforman en redes sobre las cuales caemos para evitar daños peores. Las palabras nos apañan cuando nos desplomamos en caída libre.

Claro, en múltiples ocasiones tocamos fondo. Nos cortamos y fracturamos. Perdemos el sentido. La literatura no siempre logra atraparnos a tiempo para salvarnos de los golpes fuertes que nos lastiman.

En esos casos, nuestros amigos de los anaqueles se acercan compasivos, nos acarician, abrazan, levantan, curan, cuidan y acompañan hasta que estemos listos de nuevo para nuevos actos de equilibrio al filo del abismo.

JDGM