Me alegra, me emociona, recibir noticias de algunos de los libros que durante varios años formaron parte de mi biblioteca pero que en las últimas semanas le vendí a tres negocios de compra y venta, y se encuentran ahora en manos de otros lectores.

Por ejemplo, ayer me enteré de que un buen amigo de Facebook, Cristopher Valverde, adquirió hace pocos días el ejemplar de Muy personal, de Joaquín Sabina, que habitó en mis libreros desde el 2 de febrero del 2014.

“Tengo la duda de si fue suyo”, me escribió el nuevo propietario de ese volumen. “Fue mío. esa es mi firma”, respondí.

“Jaja, qué honor ¡y qué pequeño es el mundo, y San José!”, agregó Cristopher. “Buen provecho literario”, le deseé a este devorador de libros que sé sabrá sacarle el jugo a esa obra del poeta irreverente que es Sabina.

El 17 de octubre pasado había recibido otro feliz reporte de mis queridos amigos de papel. Rodrigo Madrigal Rojas, amigo en Instagram, me escribió para contarme que había comprado varios libros de segunda que tenían la misma firma.

“Le pregunté a los libreros si sabían quién era el dueño anterior. Me dijeron y vi que hacía días yo seguía su blog sobre libros (Don Librote). Quería contarle por si le resultaba curioso el viaje que emprendieron los libros que liberó y ver los que se reencontraron en el camino”, me contó este lector turrialbeño.

Adjuntó al mensaje una foto con los ejemplares que ahora forman parte de su biblioteca: Mis últimos 10 minutos y 38 segundos en este extraño mundo, de Elif Shafak; Tres soldados, de John Dos Passos; Un hombre sencillo, de André Baillon; 2666, de Roberto Bolaño; Cuando fui mortal, de Javier Marías, y La pesquisa, de Juan José Saer.

“Veremos si después aparecen más”, me dijo quien tiene mi firma en seis libros.

Escribí estas líneas en una habitación en la que me rodean y asedian los textos que aún conservo y que tengo que reacomodar pues se parece a la tierra del relato bíblico del Génesis, que “estaba desordenada”.

Creo que por ahora, y hasta nuevo aviso, me quedaré con los libros que tengo; muchos de ellos están subrayados y con anotaciones, paréntesis, asteriscos, flechas y otras huellas de tinta que dejo sobre los caminos de papel y tinta que recorro con mi vista.

No obstante, me alegra recibir noticias de algunas de las obras que durante varios años formaron parte de mi biblioteca pero que ahora se encuentran en las buenas manos de otros lectores que sabrán apreciarlos.

Sí, mis queridos amigos de papel dicen adiós pero continúan presentes.

En realidad, más que como un amigo, me siento como un padre que se emociona cuando sus lejanos hijos se comunican con él.

Muchas gracias, Cristopher y Rodrigo, por cuidar de tan estimadas criaturas.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote