Se trata de tres mujeres: Mia, Eugénie, y Claire, y un hombre, Bill. No conviven en una misma novela, sino que son inquilinos, por separado, en cuatro obras diferentes.

Mia reside en El verano sin hombres, de la escritora estadounidense Siri Hustvedt (1955), publicado por Seix Barral.

Eugénie es inquilina de El baile de las locas, de la francesa Victoria Mas (1987), lanzado al mercado editorial por el sello Salamandra.

Claire habita en las páginas de Amor, ira y locura, de la autora haitiana Marie Vieux-Chauvet (1916-1973), impreso por Acantilado.

Y Bill es el protagonista de Piedra infernal, del inglés Malcolm Lowry (1909-1957), editado por TusQuets Editores.

Esos son los títulos de las cuatro historias que estoy leyendo en la actualidad. Alterno de manera espontánea la lectura de cada uno de estos magníficos relatos que me tienen en sus manos.

Mia es una mujer que sufre una crisis emocional después de que su esposo le pide, luego de 30 años de matrimonio, hacer una “pausa” (separarse). Ella es valiente y luchadora; no se rinde fácilmente.

Eugénie es una chica rebelde y visionaria a quien internan en un asilo de locos luego de que le cuenta a su abuela, en “confidencia”, que ella posee la habilidad de comunicarse con los espíritus de personas que han muerto, entre ellos su abuelo.

Claire es una “solterona” sensual y de carácter fuerte que vive enamorada de Jean Luze, el esposo de su hermana Félicia. Se desenvuelve en una sociedad marcada por los militares, la corrupción política y los chismes e intrigas de unos contra otros.

Bill es un pianista de jazz adicto al licor. Es un apasionado lector del escritor Herman Melville, autor de Moby Dick, así como un enamorado de los grandes barcos; de hecho, él se cree un navío.

Como les dije, estoy enganchado a las vidas de estas tres mujeres y un hombre, ya que sus existencias reflejan con intensidad y tensión las grandezas y miserias de los seres humanos.

En las hojas de estos libros que me obligan a acostarme tarde hay ternura, odio, envidia, celos, demonios, temores, sueños, silencios, deseo sexual, sentido del humor, manipulación religiosa, explotación, bondad, indiferencia, apariencias, cálculos, complejos, resentimientos, prejuicios, generosidad…

… y, algo que me gusta mucho, no hay juicio en estas historias; quienes las escribieron se limitan a mostrarnos rasgos humanos y estilos de vida de distintas épocas y clases sociales. No hay espacio para el discurso maniqueísta que divide al mundo entre “buenos” y “malos”.

Poco a poco compartiré con ustedes diversos detalles de estas novelas que me hacen sentir un lector afortunado. Por ahora los dejo con estas revelaciones y con el deseo de que tengan un excelente y leído fin de semana.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote