Tal como lo leyó en el título, el filósofo clásico griego, maestro de Platón, anda de café en café y de bar en bar.

Frecuenta también iglesias, cárceles, guarderías, escuelas, colegios, orfanatos, residencias para ancianos…

Sucede así gracias al esfuerzo que el escritor, consultor y especialista en el método socrático, Christopher Phillips (1959), estadounidense, realiza en pro de sacar la filosofía de las aulas universitarias y acercarla a todo tipo de público.

Este intelectual de cabellera y barba canosas, promueve debates filosóficos por medio de una iniciativa que él mismo bautizó “Sócrates Café”.

No lo hace por dinero, sino por vocación.

“Lo hago para que me enseñen a mí. En realidad, siempre aprendo más de los demás que lo que ellos aprenden de mí”, confiesa en el libro Sócrates Café. Un soplo fresco de filosofía, publicado por la editorial Debolsillo.

Y agrega algo que me gusta mucho y con lo cual me identifico plenamente: “Aquí suscribimos la idea de que no basta con el coraje de tener convicciones: hay que tenerlo también para aceptar que los demás las pongan en tela de juicio”.

Es por esa razón que los encuentros filosóficos conducidos por Phillips abundan en interrogantes.

“Lo que nos une es el amor a las preguntas, la pasión por poner en tela de juicio nuestra pasiones más queridas”, expresa. Y yo grito “¡¡¡AMÉN!!!

No podría ser de otra manera, siendo que el método socrático se fundamenta en la indagación y en la búsqueda de nuevas ideas.

¡Ojalá el mundo entero tuviese espíritu socrático!

Sí, que se le perdiera el miedo a la duda, el cuestionamiento, la controversia, y que en lugar de sabelotodo hubiese preguntalotodo.

Habría, sin duda, menos estafas políticas, económicas, teológicas, filosóficas, sociológicas, históricas, etcétera.

Prometo que el primer café de mañana lo tomaré en compañía de Sócrates.

JDGM