Me refiero al bebé que aún se encuentra en el vientre materno. Diminuto navegante que rema con todas sus fuerzas en el océano amniótico con la esperanza de arribar al Ítaca de la vida.

Al igual que el héroe griego inmortalizado por el poeta ciego Homero, este capitán no cuenta con la guía de una brújula o un sextante… se guía por las estrellas que aún no ve pero sueña.

Él sabe lo que es lidiar con vientos y mareas, mantenerse lejos de arrecifes y acantilados, y cuidarse de cantos de sirenas y caprichos divinos.

La existencia, corta pero aleccionadora, le ha ido enseñando que derrotar a Troya no es el fin de la lucha, sino apenas el primer capítulo de una prolongada serie de obstáculos y contratiempos.

Tan pequeño y ya conoce a los gigantes de un solo ojo, los cíclopes que se internan en su caverna para tomarse su vino y comerse sus quesos. Mejor así, que se acostumbre de una vez a los ogros que siempre lo acompañarán.

Las hechiceras no le son ajenas. Ha aprendido que algunas pueden ser sus amigas al mismo tiempo que otras son sus enemigas.

Odiseo aún sin Penélope ni Telémaco, mas ya habituado a las aguas profundas, la voz de las olas, la superficie serena, los guiños del ocaso, las caricias de la arena.

Frente a sus ojos de un color por definir ya han desfilado tortugas, delfines, gaviotas, pelícanos, cangrejos, hipocampos, mantarrayas y peces voladores.

Todos hemos sido odiseos en el océano del vientre materno. Todos hemos desplegado las velas de la esperanza en esas aguas.

Estas y otras imágenes navegaron en mi imaginación al leer la novela El nadador en el mar secreto, del estadounidense William Kotzwinkle (1943); se trata del mismo autor del libro E. T. El Extraterrestre, publicado en 1981 y que Steven Spielberg llevó al cine al año siguiente con música del compositor John Williams.

Leí la primera de esas obras entre la noche del viernes pasado y la mañana del sábado. Trata sobre una pareja, Laski y Diane, que espera a su primer bebé.

“El recordó de pronto a la criatura, el nadador del mar secreto. Él también lucha, lucha por estar con nosotros, lucha igual que nosotros”, dice en la página 44 (de un total de 114 de esta edición publicada por la editorial Navona, de España.

Se las recomiendo. Un relato oloroso a coral y con ecos de caracoles, pues el escritor echó mano a diversas figuras océanicas para narrar una experiencia cuyo final me reservo.

Tan profundo, antiguo y literario es nuestro vínculo con el mar que con frecuencia le pedimos prestada su voz para contar historias.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote