Hoy me pasó algo muy parecido a lo que me sucedió el pasado 30 de noviembre… ¿Lo recuerda? ¿Leyó mi relato de ese día?

Conté en esa ocasión, hace exactamente 16 días, que un ruido extraño me despertó a las cinco de la mañana.

Era don Quijote de la Mancha, quien leía la Biblia en la sala del apartamento en el que vivo. “Me interesan los relatos sobre la primera Nochebuena”, me dijo el hijo predilecto de don Miguel de Cervantes Saavedra.

Luego me explicó que este año se había propuesto leer las narraciones bíblicas de de aquella lejana noche en que Jesús nació en un humilde establo de Belén de Judea.

–¿Por qué ese interés? -le pregunté.
–Simple y sencillamente porque tengo un detector de quijotes y algo me dijo que en esa historia se esconde un colega mío.

Le pregunté al Caballero de la Triste Figura si había encontrado a ese otro quijote y me respondió que quería leer y pensar más antes de responder. Después de me despachó con un cortante “vamos a dejar esta conversación aquí y retomarla dentro de algunos días”.

Pues bien, esta mañana pensé que don Quijote había regresado al apartamento para contarme sobre su búsqueda. Pero no, no era él; esta vez fue Sancho Panza el personaje literario que encontré de pie entre la vaca, el burro y las dos ovejas de un pasito de madera.

–¡Don Quijote está más loco que una cabra! ¡Cada vez se pone peor! -se apresuró a decir el famoso escudero. Resulta que ahora se la pasa leyendo los evangelios de San Mateo y San Lucas porque tiene la sospecha de que hay quijote en las narraciones de la primera Nochebuena.
–¿Y pensás que no es así? -le pregunté mientras olía el aroma de mi primer café del día.
–¡Lo que yo piense no importa! ¡Eso es lo de menos! Cuando al loquito de mi amo se le mete una idea entre ceja y ceja, no hay quién lo pare; pero bueno, la peor diligencia es la que no se hace.
–¿Qué vas a hacer?
–Si me regalás un trago de café, te cuento… Ahhhh, ¡qué buen café! ¡Nada que ver con el agua chacha que prepara don Quijote!
–A ver, contame.
–Lo que quiero es tratar de evitar que mi amo cambie de domicilio. Es decir, que se le ocurra, en su afán de encontrar quijotes, salirse de las páginas en las que vivimos hace más de cuatro siglos y trasladarse a las de Mateo y Lucas. ¿Te imaginás el despelote literario y teológico que se armaría en el mundo cristiano si de la noche a la mañana don Quijote y Rocinante formaran parte de la historia original de la Navidad? ¡Dios guarde esos acontecimientos sean alterados por el loquito de mi amo! ¡Ese es capaz de ir a apañarse con Herodes!
–Pensándolo bien, una cierta dosis de humor no le caería mal a los evangelios -manifesté.
–¡Seguí durmiendo de ese lado! ¿Vos crees que la gente se va a reír cuando vea que mi amo suplantó a José, que Dulcinea quiere usurpar el lugar de María o que en lugar de oro, incienso y mirra haya pan, queso y vino? Yo no le veo la gracia.
–Diay Sancho, ¿por qué tan amargado? -lo pullé.
–Seguí jugando de gracioso. Ya te quiero ver riendo a carcajadas cuando te quemen en la hoguera.
–¿Cuál hoguera? ¿De qué estás hablando?
–La de la Inquisición.
–La Inquisición ya pasó. Estás desfasado con la Historia.
–¡Desfasado vos! Si hay algo que nunca falta en este mundo son los torquemadas; siempre hay algún patas vueltas dispuesto a prenderle fuego a quien piensa o vive diferente, o tiene otros gustos e intereses.
–Tenés razón. Totalmente de acuerdo. Pero decime, ¿cómo planeás evitar que don Quijote se meta a la brava en los relatos del nacimiento de Jesús?
–Encontrando pronto a ese otro quijote. Sería la mejor manera de calmar al loquito, hacer que el asunto no pase a más. Por ahora, vamos a dejar esta conversación aquí y retomarla dentro de algunos días.
–¡Lo mismo que me dijo don Quijote!
–¿Cómo querés que no hablemos parecido después de tantos años de andar juntos? -dijo Sancho Panza y desapareció.

Me quedé un rato en la sala, saboreando el café, viendo el pasito de madera y preguntándome cuál será el próximo episodio de estos curiosos encuentros con don Quijote y su escudero.

Los mantendré al tanto…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote