Imagino la escena: la escritora británica Zadie Smith, de 45 años, camina apurada por esa “ciudad que no duerme”, como cantaba el inmortal Frank Sinatra.

Se dirige hacia la Universidad de Nueva York, en donde es profesora de narrativa, pero desea tomarse un café macchiato antes de entrar en el aula. Dos minutos libres bastan para que le preparen esa bebida.

Cada paso la acerca más a ese paraíso espumoso y caliente que cabe en una taza.

Nacida y criada en una ciudad -Brent, municipio de Londres-, la autora de Tiempos de swing, Dientes blancos y Sobre la belleza desconocía el entusiasmo que podían producirle las flores.

Se percató de ello en abril pasado cuando se descubrió a sí misma asida a las rejas del Jefferson Market Garden contemplando los tulipanes que florecían en ese pequeño jardín metropolitano.

No estaba sola: otras dos mujeres admiraban también, extasiadas, las flores. Intercambiaron miradas y sonrieron avergonzadas.

“Las tres teníamos obligaciones que atender; no obstante, algún instinto poderoso nos había atraído hasta allí”, confiesa la escritora en el libro Contemplaciones, publicado por Salamandra Narrativa.

Se trata de una serie de artículos redactados por Smith durante los primeros meses del confinamiento por la covid-19.

Ella define estos textos como ensayos personales “modestos por definición, breves por necesidad”.

Fue tal la seducción de los tulipanes, que renunció al café (¡pecado capital en Costa Rica!) en aras de disfrutar de aquel contacto con la belleza natural.

Leí ese artículo y pensé en mi jardín, uno de mis principales aliados durante este año que se ha caracterizado en gran parte por lo que Zadie Smith llama el “sinsentido”.

Admirar la belleza de las rosas, el romero, las heliconias, el guayabo, el zacate, aspirar el olor de la lluvia que riega las plantas, y observar los rayos de sol que pintan trazos de luz en las hojas, me han ayudado a sobrellevar este complicado 2020.

Ese pequeño huerto de Edén ha representado, en múltiples días, una pausa oportuna para recargar energías, sueños y esperanzas.

Siempre, pero sobre todo en tiempos difíciles, hay que hacer una pausa para contemplar las flores.

JDGM