Esa es la pregunta que me hago desde mayo de 1995, cuando terminé de leer Notas de Prensa 1980-1984, del colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), premio Nobel de Literatura 1982.

Se trata de una obra publicada por Editorial Sudamericana y que reproduce 167 artículos que ese escritor publicó a lo largo de esos cinco años en distintos periódicos. Entre ellos, “Peggy, dame un beso”.

Ese texto fue publicado el 7 de abril de 1982 en un diario de México, país en el que residía el autor de Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera en compañía de su esposa, Mercedes Barcha, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo.

Cuenta “Gabo” -como le decían sus amigos- en ese artículo que un enorme letrero amaneció una mañana en un muro ubicado al frente de su casa: Peggy, dame un beso.

Acto seguido, ese autor se refirió a una serie de hechos que mantenían agitado al mundo de aquel entonces (¡el planeta y sus calenturas!): la situación política de Guatemala, Polonia, Estados Unidos y Colombia.

“De modo que sentí un soplo de consuelo al descubrir que aún quedaba alguien tan cerca de mi casa, cuyo único problema en este mundo era que Peggy le diera un beso”, escribió García Márquez.

Luego abordó temas tan humanos como el amor, sexo, burdeles y matrimonios a la fuerza.

“Siempre he creído que uno nace con los polvos contados, y que no se usan a tiempo se pierden para siempre”, afirmó.

Finalmente, en el último párrafo de ese texto de prensa, aquel hombre que a los trece años ya había perdido la virginidad confiesa que sentía ansiedad de que Peggy leyera el letrero.

Y concluye: “Por favor, Peggy, dale un beso”.

¿Le habrá dado Peggy un beso a quien se lo pidió por medio de un grafiti? ¡Ni idea! Pero quiero pensar que sí.

Por cierto, ese es mi muro mexicano favorito, no el de Trump; el mundo necesita más amor que división.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote