La historia que voy a contarles está fresca, recién salida del horno de los hechos…

Solicité un servicio de Uber al costado este del parque Francia, en Barrio Escalante para viajar hasta mi casa en Mata de Plátano de Goicoechea y en cuestión de pocos minutos llegó por mí un chofer venezolano, de unos 30 años.

Me acomodé en el asiento del acompañante y coloqué sobre mis piernas tres libros. Casi de inmediato la conversación versó sobre la pasión por la lectura.

“A mí me gusta mucho leer. No tengo un género favorito, sino que he leído de todo: novela, poesía, metafísica, derecho, administración, educación, psicología, ¡de todo!”, me dijo ese abogado oriundo de Trujillo.

–¿Y a usted qué le gusta leer? -preguntó mientras conducía un 4×4.
–Novelas, cuentos, poesía, historia, biografías, filosofía, teología, ciencia, gastronomía, mitología; soy de gustos muy variados.

Le conté que conservo un libro que leí hace al menos veinte o veinticinco años: Viejo, del escritor venezolano Adriano González.

–¿De qué trata? -preguntó.
–Soledad, nostalgia, sueños, deseo sexual, recuerdos de viejos amores… Una historia triste pero a la vez muy cálida.
–No conozco a ese señor.
–Ya murió. Hace más diez años. Me gustaría leer alguno de sus otros libros.

Hacemos una breve parada en el Auto Mercado de Guadalupe para comprar un bollo de pan francés que al cabo de una media hora se convirtió en tostadas con queso y jamón.

–En mi vida me he leído unos 500 libros -me contó en cuanto reiniciamos el viaje.
–Supongo que la mayoría de ellos por gusto, placer, y no por razones de estudios.
–Correcto, porque me han llamado la atención, porque me los han recomendado o porque leí algo sobre ellos en el periódico.

Paréntesis obligado para hablar de la lluvia.

–¿Sabe que hace años conocía al loco de los libros? -preguntó.
–¿Quién es el loco de los libros?
–Un señor en Venezuela. Imagínese que ese hombre tenía una biblioteca con unos 3.500 libros. ¡Qué locura!
–¿Por qué locura? -pregunté.
–¡Hay que estar loco para vivir entre tantos libros! ¿No le parece?
–Noooooo…
–¿Cuántos libros tiene usted?

Lo confieso: pensé en mentir, pero le dije la verdad.

–Entre 7.000 y 8.000.
–¿Cuántos?
–Entre 7.000 y 8.000.
–¡Por Dios! Con todo respeto: si aquel señor estaba loco, ahora imagínese usted que tiene más del doble.

Hacía rato no reía con tantas ganas. Me hizo mucha gracia el comentario espontáneo del chofer.

–Apenas llegue a casa voy a contarle a mi mamá que conocí a un hombre aún más loco por los libros -me dijo mientras me bajaba de su vehículo.

Entré en casa sintiéndome una especie de Alonso Quijano, el personaje de Miguel de Cervantes que enloqueció por leer tantos libros sobre caballeros andantes.

Sin embargo, yo no estoy loco. Eso sí, si saben de algún hombre bajo y obeso que quiera trabajar como escudero, agradezco me avisen…

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote