Creo no equivocarme al afirmar que todos conocemos al menos a una persona a la que le desagrada tender la cama cada mañana.

Gente que parece sentirse a gusto con el caos de sábanas, cobija, colcha y almohadas.

Como que no les molesta acostarse cada noche sobre una superficie más parecida a un lienzo dedicado al arte abstracto que a un colchón.

En cuanto deciden irse a dormir tienen que bucear la piyama en un mar de olas de telas tempestuosas.

Yo tuve un amigo al que no le gustaba para nada poner en orden la cama cada mañana. Estaba convencido de que esa era una tarea para sus hermanas y su mamá.

Me acordé de él hace pocos días, cuando vi el título de uno de los libros que venden en el Auto Mercado: Tiende tu cama, del estadounidense William H. McRaven (1955), comandante militar retirado.

Una vez mi amigo se atrevió a pedirle a un grupo de conocidos que por favor oraran por él en aras de que su madre lo dejara en paz con ese discurso majadero de tender la cama.

¿Lo complacieron sus amigos? ¿Elevaron una plegaria al cielo para que Dios lo librara de la que bien pudo haber sido la plaga número once en Egipto? ¿Cómo terminó esta historia?

Les daré la respuesta más tarde.

JDGM