Navegando en Internet, tropecé esta mañana con la foto que acompaña a este texto: el costado de una cuadra urbana conformada por 18 libros.

Alcanzo a identificar en ellos un total de 27 ventanas, más las tres de diversos áticos, 11 puertas (hacia la tercera de ellas, de izquierda a derecha, se dirige un hombre que parece un religioso).

Uno de los edificios tiene un reloj en lo alto de la fachada y otro en uno de sus costados… ¿Un templo? ¿Una biblioteca? ¿Una estación del tren?

En la parte alta del octavo, el del supuesto religioso con sombrero y bastón, me parece reconocer el busto de un hombre (digamos que el de Miguel de Cervantes o el de William Shakespeare).

Asimismo, en el techo que comparten las tres primeras obras editoriales (¿tres tomos de Harry Potter?) hay dos tragaluces; me gustaría asomarme a ellos y disfrutar por un rato del voyerismo literario.

Puesto a elegir, escogería morar en el edificio más alto. Instalaría mi biblioteca en el segundo piso y dormiría y escribiría en el tercero.

Sin duda, se trataría de un vecindario de lectores, pues no imagino yo residiendo entre las tapas y las páginas de El lobo estepario o El señor de los anillos a una persona que no ame los libros.

De ese barrio me atraen también el empedrado de las calles y acera, los faroles del alumbrado público y el cielo estrellado (que imagino como una gigantesca página con letras titilantes y fugaces).

Me seducen, además, la tranquilidad que impera, el silencio que se percibe y el frío que invita a beber un chocolate caliente.

¡Qué diferente sería San José si en lugar de edificios de cemento, metal y ladrillo -algunos bonitos, otros horripilantes- tuviera libros que acogieran a negocios e inquilinos! No les quepa la menor duda de que este prójimo viviría en la capital.

Contemplo la imagen que acompaña a este texto y no puedo dejar de preguntarme ¿cuántos barrios hay en mi biblioteca?

Sí, ¿cuántos condominios, edificios de apartamentos, torres, urbanizaciones y residenciales forman parte de mis anaqueles? ¿Cuántos personajes literarios moran en las comunidades de mis estantes? ¿Cuántos centros comerciales hay en mis libreros?

¿Es don Quijote un buen vecino? ¿Será Tata Mundo considerado con quienes viven a su lado? ¿Practicará mamá Drusila la cortesía urbana?

Por último, una pregunta que me hago de vez en cuando, ¿qué tengo que hacer para dejar de vivir en este mundo y convertirme en un inquilino de mis libros?

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote