Se trata de la novela La uruguaya, del escritor argentino Pedro Mairal (1970) y publicada por Libros del Asteroide.

Fue Alberto Calvo, colega periodista, quien me recomendó leer esta historia que me costó encontrar pero que por fin hallé en la Librería Francesa el pasado 15 de setiembre.

Terminé de leerla el viernes pasado. No es que sea voluminosa (tan solo 135 páginas), lo que pasa es que hace unos años abandoné la costumbre de leer un texto a la vez y me convertí en un lector de varios libros casi al mismo tiempo.

Desde entonces, me encuentro siempre saboreando cuatro, cinco o hasta seis obras literarias de manera “simultánea”: uno por la mañana, otro al mediodía, un tercero durante el café de la tarde, el cuarto por la noche, el quinto el sábado y el sexto el domingo.

La uruguaya me atrapó. No es la primera vez que una mujer ese país que me seduce; ya lo había hecho, en diciembre de 1994, La Maga, uno de los personajes de Rayuela, de Julio Cortázar.

Esta novela, la de Mairal, me cautivó con la maestría del autor para contar historias, el andamiaje existencial de los personajes, los diálogos breves que expresan mucho más de lo que dicen, el sentido del humor (especie de columna vertebral de la narración) y conflictos internos del protagonista: el escritor Lucas Pereyra.

Lucas me atrapó. No es la primera vez que un personaje con ese nombre me seduce; ya lo había hecho Un tal Lucas, también de Cortázar, en julio del 2014.

Este Lucas, el de Mairal, me hizo reír, gozar, pasarlo muy bien durante las horas que invertí en la lectura de sus aventuras en Argentina y Uruguay.

Sin embargo, lo que más logró fue hacerme pensar, enfrentarme con los fantasmas (temores) y demonios (errores) que habitan en la mente y en la memoria.

La uruguaya es una novela enfocada en las constantes tensiones que vive Lucas Pereyra, un hombre casado que pasa por una muy complicada crisis matrimonial.

No obstante, las principales dificultades son interiores, profundas y tienen que ver con la clase de vida que lleva el personaje versus la que desearía tener. La cabeza de Lucas es epicentro de continuas angustias, sueños, preocupaciones, deudas pendientes, presiones, miedos y tensiones.

En lo personal este ha sido un año con muchas cosas buenas, pero no puedo negar que diversos fantasmas, demonios, monstruos y gnomos también han estado presentes… es parte de la condición humana.

La lectura de La uruguaya no hizo más que recalcar lo que el 2020 me recordó: mi fragilidad y vulnerabilidad. Sí, no soy perfecto, sino humano.

JDGM