Podemos tener la razón en una discusión, aunque estemos equivocados. Lo dijo el filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860), todo un experto en esta especialidad: la dialéctica erística.

No se trata, en este caso, de descubrir o enunciar la verdad, sino ser un polemista tal que convenza a los demás de que él está en lo cierto a pesar de que en realidad esté errado de cabo a rabo.

La astucia y la vanidad están por encima de la honradez y lo cierto. Lo importante es ganar.

Para lograr ese objetivo, este intelectual, autor del Arte del buen vivir y El arte de ser feliz, entre muchas otras obras, ideó 38 estratagemas que forman parte del libro El arte de tener siempre la razón.

Y bueno, como hemos estado inmersos en un proceso electoral cuyo último debate tendrá lugar esta noche, comparto aquí una selección de textos, y que cada quien saque sus propias conclusiones.

1. “La extensión. Estirar la afirmación del adversario más allá de sus límites naturales, interpretarla de la manera más general posible, tomarla en el sentido más amplio y exagerarla. En cambio, reducir la propia al sentido más limitado, a los límites más estrechos posibles. Pues cuanto más general resulta una afirmación, más expuesta está a los ataques”.

8. “Hacer enfurecer al adversario, pues en su furor no está en condiciones de hacer un juicio justo ni de percibir su interés. Se le enfurece siendo abiertamente injusto con él, provocándolo y, de manera general, dando muestras de desvergüenza”.

18. “Si nos damos cuenta de que el adversario se ha apoderado de una argumentación que le permitirá derrotarnos, debemos impedirle llegar al final de su demostración interrumpiendo a tiempo el curso de la discusión, zafándonos o desviando el debate hacia otras proposiciones”.

24. “El arte de sacar consecuencias. Forzamos la tesis del adversario sacando de ella falsas conclusiones y deformando sus conceptos para hacer surgir unas proposiciones que no se encuentran en ella y que no reflejan en absoluto la opinión del adversario, pues son, por el contrario, absurdas o peligrosas; como parece que de su tesis se desprenden proposiciones que, o bien se contradicen a sí mismas, o bien contradicen verdades reconocidas”.

26. “Una estrategia brillante es la retorsio argumenti: cuando el argumento que el adversario quiere utilizar para sus fines puede ser aún mejor si se vuelve contra él. Por ejemplo, dice: “Es un niño, hay que ser indulgente con él”, retorsio: “Precisamente porque es un niño hay que castigarlo, para que no se encierre en sus malos hábitos”.

27. “Si un argumento enfurece inopinadamente al adversario, hay que esforzarse en llevar este argumento aún más lejos: no solo porque es bueno enfurecerlo, sino porque se puede suponer que se ha tocado el punto débil de su razonamiento y que, sin duda, sobre este punto se le puede atacar aún más de lo que se había visto en un principio”.

36. “Desconcertar, dejar estupefacto al adversario mediante un raudal insensato de palabras”.

38. “Si uno se da cuenta de que el adversario es superior y de que uno no va a ganar, hay que decir cosas descorteses, ofensivas y groseras. Ser descortés consiste en abandonar el objeto de la disputa (puesto que se ha perdido la partida) para pasar al adversario y atacarlo de una manera o de otra en lo que él es. Cuando se pasa a los ataques personales, se deja completamente el objeto y se dirigen los ataques contra la persona del adversario”.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote