Eso sí, necesito estar solo para leerme.

Me resulta imposible, o al menos no tan provechoso, recorrer mis páginas en medio de mucha gente y ruido.

Necesito la quietud de un bosque, una playa solitaria, una cafetería casi vacía o un bus con pocos pasajeros para examinar y analizar las palabras escritas en mis hojas.

Es diferente a leer cuentos, novelas o poemas. Se trata de un ejercicio más parecido a la lectura de biografías, solo que en este caso no solo repaso episodios de mi vida sino que procuro profundizar en lo que pienso, creo, opino, me gusta, me incomoda y me pregunto.

Sí, reviso mis ideas e interpretaciones y subrayo frases y oraciones, y doblo las esquinas de las páginas que incluyen temas sobre los que debo regresar más tarde u otro día.

Este tipo de lectura, introspectiva, se me da muy bien mientras pesco, pues el contacto con la naturaleza me dispone y prepara para leerme con sentido crítico pero constructivo.

Algunos capítulos me producen enorme gozo y satisfacción; otros son como una piedra en el zapato o un zancudo en la noche, y no faltan aquellos donde distingo la letra de la nostalgia, la caligrafía de los sueños, los trazos del dolor y los caracteres del sentido del humor (porque también sé reírme de mi mismo).

Soy un libro que necesita de la serenidad, el silencio y la soledad para abrirse y leerse. No me leo en voz alta, pues mis pensamientos y recuerdos más íntimos se encuentran en párrafos que reservo solo para mí.

En este sentido, los amaneceres y los atardeceres se encuentran entre mis momentos favoritos para sacarme del estante de la rutina y leer páginas viejas, color sepia, y páginas nuevas, blancas (porque soy un ejemplar de casi 59 años que cada día escribe nuevas historias).

Me gusta leerme. Me parece un ejercicio muy sano, pues me ayuda a revisar rincones de mis textos donde de cuando en cuando es necesario sacudir el polvo y las telarañas.

Soy un libro que se relee y reescribe. Por eso mi alma, esencia y sustancia, están llenas de borrones, tachones, notas manuscritas, llaves, paréntesis, asteriscos, marcas fluorescentes. Soy un ejemplar en constante crecimiento, revisión y reedición.

No soy un volumen escrito en piedra. Soy un ser humano frágil como el papel.

JDGM