Y en vez de cuello.

En lugar de pelo, un libro de cuentos abierto.

Por frente, una colección de poemas.

Las cejas, el marcador de tela de un volumen de 356 páginas habitadas por memorias familiares.

¿Ojos? Dos pequeñas manchas en el canto de uno de los ejemplares; una de marcador fluorescente y otra de tinta de pluma estilográfica.

Una publicación de bolsillo le permite respirar. El prólogo es la fosa nasal izquierda, y el índice, la derecha. En la punta de esa nariz elaborada con papel de bosques renovables, una espinilla de mantequilla.

Tenía un bigote de haikus ingeniosos, pero se lo rasuró precisamente esta mañana. Tendrán que esperar a que le crezca de nuevo para leerlo.

En vez de labios carnosos, dos tapas de tela.

La barbilla está compuesta de aforismos.

El cuello consiste en una saga de novelas.

No son libros escritos por otros, sino obra de su propia creación. Todos registran diferentes experiencias, ideas, sueños, planes, locuras que han formado parte de la vida de este personaje.

Este hombre sí es un libro abierto.

JDGM