Hay que tener sumo cuidado con lo que se promete al calor del éxito o el entusiasmo… de eso nos habla el trágico desenlace que tuvo la vida del escultor italiano Raffaelle Monti (1818-1881)…

Les cuento la historia.

Resulta que en la década de 1850 los habitantes de la ciudad de Durham, ubicada en el noroeste de Inglaterra, le encargaron a ese artista esculpir un monumento que mostrara a un caballo montado por un rico aristócrata.

Al parecer, la idea de la comunidad era utilizar esa escultura para conmemorar alguna batalla.

Monti creó un equino imponente, elegante y con un asombroso parecido a un caballo real, obra que fue inaugurada en 1861 en la plaza del mercado.

Tan orgullo se sentía el autor que prometió quitarse la vida si alguien era capaz de encontrar algún defecto anatómico en el monumento.

“A fin de cuentas, esta estatua no es una mera obra de arte, esto es un sueño en hierro fundido, montado sobre piedra e instalado en un lugar donde todo el mundo podrá contemplarlo por los siglos de los siglos”.

Y bueno, ya sabemos cómo reaccionamos los seres humanos ante ese tipo de desafíos, sobre todo si proceden de un espíritu vanidoso y arrogante…

La gente se encaramó de inmediato en el andamio en busca de defectos.

Transcurrieron los días y pasar a examinar la escultura con mirada microscópica se convirtió en un pasatiempo de los habitantes de Durham.

Cierto día un ciego dijo que él quería revisar la obra con las yemas de sus dedos; así lo hizo en compañía de un grupo de curiosos que celebró el veredicto: “Este caballo no tiene lengua”.

Sedientos de sangre y espectáculo, los habitantes de dicha comunidad enviaron a buscar de inmediato a Raffaelle Monti, quien, fiel a su palabra, escaló los trescientos veinticinco peldaños que ascendían hasta la torre más alta de la catedral de Milán -ciudad natal del escultor- y se arrojó al vacío.

Resulta que el caballo sí tenía lengua, pero nadie verificó a tiempo lo dicho por el ciego pues todo el mundo quería hallar algún fallo.

Monti también tenía lengua. De esto no hay duda…

Este suceso lo relata Dulcie Piper, una personaje de la novela Mar abierto, escrita por el inglés Benjamin Myers y publicada en español por TusQuets Editores.

Cualquier parecido entre esta historia y la realidad, no es mera coincidencia.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote