El escritor italiano Umberto Eco (1932-2016) no cesa de invitarnos y desafiarnos a pensar y repensar.

Los textos del autor de El nombre de la rosa, De la estupidez a la locura, La isla del día de antes, Baudolino, El péndulo de Focault, Historia de la belleza e Historia de la fealdad, son dardos que se clavan en nuestras neuronas y producen escozor.

Es lo que me sucedió con catorce palabras con que tropecé en la página diecisiete del libro La memoria vegetal, publicado por Lumen: “ante el libro, buscamos a una persona, una manera individual de ver las cosas”.

¡Cien por ciento de acuerdo con esa idea!

Leemos para encontrarnos con seres humanos que no necesariamente ven el mundo igual que nosotros. ¡La riqueza de la diversidad!

Nos sumergimos en las obras literarias para comunicarnos con gente que tiene otros puntos de vista, otras perspectivas. ¡La riqueza de la discrepancia!

Devoramos oraciones, párrafos y capítulos enteros para tomarnos un café de papel y tinta en compañía de un semejante que quizá no comparte nuestras ideas y análisis. ¡La riqueza de la libertad!

Caminamos sobre vías asfaltadas con vocales, consonantes y signos ortográficos que nos conducen hacia individuos que estudian la realidad a través de otros microscopios. ¡La riqueza del respeto al criterio ajeno!

Leer es ingresar en el espacioso salón de una biblioteca donde puede que todos los presentes mastiquen la misma publicación, pero los procesos de digestión intelectual son tan distintos como los copos de nieve.

¡Maestros! Eso es lo que son los inquilinos de los estantes, pues nos enseñan que hombres y mujeres no somos robots programados para pensar igual.

Tampoco somos grabadoras condenadas a repetir los mismos estribillos ni fotocopiadoras de dos tintas obsesionadas con reproducir el entorno en blanco y negro.

Entre más leemos más leemos más personas con una manera individual de ver las cosas conocemos. Ergo, nos enriquecemos, ampliamos el horizonte, ganamos en empatía y tolerancia, nos vacunamos contra el arrogante virus de creernos los dueños de la verdad.

Me gusta lo que el periódico italiano Corriere della Sera publicó sobre La memoria vegetal: “Un canto de amor a los libros y a su acumulación obsesiva”.

Dicho con otras palabras: “Un canto de amor a la libertad y diversidad de pensamiento y a la acumulación obsesiva de personas y personajes editoriales que nos ayudan a ver el mundo con otros ojos”.

José David Guevara Muñoz
Editor de Gente-diverGente