¿En cuál carro? En uno viejo, marca DeSoto, fabricados y vendidos por Chrysler Corporation de 1928 a 1960. ¿Cuál novela? En casa, de la escritora estadounidense Marilynne Robinson (1943).

Viajar en ese automóvil color ciruela es hacerlo también en el libro, color vida, y viceversa.

Es decir, me gustaría recorrer parte de la existencia en compañía de tres personajes literarios a los que amo: el reverendo Boughton y sus hijos Glory y Jack.

Los tres viven en Gilead, un pequeño y conservador pueblo de Iowa.

El primero de ellos es un predicador viudo y retirado, a quien cuida Glory, una hija de 38 años que regresó a la casa de su padre luego de un fracaso amoroso. Y Jack es el hijo pródigo que retorna al hogar luego de 20 años de ausencia, por lo que no estuvo presente en el funeral de su madre.

Resulta que en las páginas 182 a 188 de esta novela, en la edición de Galaxia Gutenberg, los tres salen a dar un paseo en ese vehículo que permaneció muchos años sin uso y que Jack logró arrancar y poner en marcha.

La historia literaria no especifica el modelo del carro, pero me gusta imaginar que se trata del mismo que aparece en la foto que acompaña a esta nota y en el cual viajan también tres personas.

Quisiera ir a bordo de ese automóvil, escuchando y participando en la interesante conversación que han de haber tenido tres personas con muy diversas perspectivas de la vida: el teólogo, siempre aferrado a Dios; Glory, herida por la desilusión y temerosa del futuro, y Jack, a quien persigue un pasado oloroso a alcohol, deudas y muchos otros problemas.

Tres visiones disímiles, tres formas de pensar divergentes, tres cabezas y tres mundos tan distintos a pesar de formar parte del mismo hogar. El libre albedrío en su máxima expresión.

Me muero de las ganas por escuchar esa tertulia a bordo del DeSoto, el cual habrá tenido más polémica y controversia en la cabina que combustible en el tanque de gasolina.

Cada uno de ellos aportando piezas tan diversas para tratar de armar el complejo rompecabezas de la vida, tratar de entender eso que llamamos realidad, aproximarse a algún sentido del mundo.

Misterio, duda, incertidumbre, acertijo… ¿Todos arrogantes, pretendiendo tener la última palabra, o todos humildes, reconociendo sus limitaciones, sus vacíos, sus incompetencias, sus límites?

Sin recetas, fórmulas mágicas, abracadabras prefabricados, métodos alucinógenos, sistemas con manual de instrucciones.

“Está bien salir de casa de vez en cuando”, dice el reverendo Boughton en la página 184. Tiene razón, hay que salir de casa, de la burbuja, del encierro, de las cuatro paredes de siempre, y nada mejor para ello que conversar con personas que piensan diferente, que han vivido otras experiencias y tienen otras visiones de la existencia.

Porque la alegría tiene múltiples rostros, la tristeza se maquilla de diversas maneras, la esperanza a veces guiña el párpado izquierdo, en ocasiones el derecho, y también ambos; el dolor tiene toda una gama de perfumes. Nadie posee el monopolio de la verdad oficial.

Quisiera viajar en ese carro, el DeSoto del reverendo Boughton, en esa novela, En casa, una lección de vida para un alumno que tiene tanto que aprender.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote