Eso lo sabe muy bien Doris, la protagonista de la novela La chica de seda artificial, escrita por la alemana Irmgard Keun (1905-1982).

Se trata de una chica de 18 años que sueña -a comienzos de los años treinta-con llegar a ser una reconocida actriz de cine.

Primero prueba suerte con el teatro. Ingresa a una compañía dirigida por un hombre llamado Leo.

En aras de ganarse el respeto de todos actores, inventa que ella tiene una relación íntima con ese director, la cual procuran mantener con un bajo perfil, con suma discreción.

Los miembros del elenco muerden el anzuelo y se esmeran por brindarle un trato especial a la compañera que echó a volar el cuento de que Leo se había mandado a hacer tres pijamas de crep de China con estampado de rosas porque ella se lo pidió.

Así se lo dijo a Linni, quien quiso sonsacarle a Doris más información sobre cuestiones íntimas.

La respuesta fue tajante: “A Leo no le gusta que hable de su vida sexual”.

Doris era tan ingeniosa y convincente que los demás actores creían percibir lo locamente enamorado que estaba el director de la compañía.

Sin embargo, la fabricante de fantasías sentía pánico de ser descubierta. “Cada vez que lo veo en el pasillo o en cualquier otro sitio, noto un nudo en el estómago y siento náuseas y flojera”, se dice esta personaje.

“Me siento muy asqueada. Esto no puede durar mucho”, piensa Doris.

Aún no conozco el desenlace de esta obra publicada por la Editorial Minúscula, de Barcelona, España, pero en cuanto me entere se los contaré.

Sí puedo decirles que se trata de un relato con sentido del humor que se lee de manera fluida y mantiene el interés de quien la lee.

Además, me ha hecho evocar experiencias incómodas que he vivido en algunos instantes de mis 59 años debido a mentiras que he echado a volar. En algunas de esas ocasiones he terminado más enredado que una marioneta en sus propios hilos.

Seamos sinceros: ¿a quién no le ha pasado? Todos llevamos una Doris por dentro. ¿O no?

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote