El pasado 23 de febrero compartí con ustedes una historia de literatura, chocolate, vino y un malentendido en materia de comunicación.

Les conté en esa ocasión que la escritora costarricense Gabriela Peña-Valle me sugirió leer su libro Diario de la histeria, publicado por Encino Ediciones, a ritmo de una entrada (capítulo) por día y en compañía de un chocolate.

Agregué que basado en esa recomendación compré un paquete de Milo en polvo con la idea de preparar una jarra de bebida caliente y espumosa para empezar a sumergirme en esa obra editorial de 57 páginas.

Sin embargo, les expliqué hoy hace 23 días, durante un breve intercambio de mensajes vía WhatsApp con la autora del libro caí en la cuenta de que con la palabra “chocolate” Gabriela se refería a un dulce y no a una bebida con leche.

De acuerdo con la escritora, el complemento perfecto para el consumo de esa golosina y la lectura del libro es un vino tinto.

Pues bien, despejadas las incógnitas de esa ecuación, anoche pasé a un supermercado y compré una botella de Tempranillo y una tableta de chocolate.

El siguiente enlace le permite leer la nota publicada el 23 de febrero, Se lee mejor con chocolate: https://donlibrote.gente-divergente.com/se-lee-mejor-con-chocolate/

Media hora después me encontraba sentado leyendo el texto correspondiente al primer día del Diario de la histeria y disfrutando los placeres del cacao y la vid.

Les cuento que la lectura me abrió el apetito pues la primera entrada es una versión muy particular y sugestiva del primer capítulo del Génesis (relato de la creación) y, en mi calidad de lector, disfruto mucho los libros que replantean episodios harto conocidos de la literatura universal.

En especial, me resulta sumamente interesante adentrarme en las diversas y particulares lecturas de pasajes de la Biblia, conocer otras formas de acercarse, entender o interpretar los Salmos, las bienaventuranzas, la tentación de Jesús en el desierto, la construcción de la torre de Babel, la vida de Sara (como sucede en la novela, del mismo nombre, del nicaragüense Sergio Ramírez Mercado)…

La historia que nos cuenta Gabriela Peña-Valle me hizo pensar en el componente humano que, en mi opinión, es escaso o limitado en el relato de la creación; en el Diario de la histeria al menos en lo que he leído- hay espacio para sentimientos y emociones tan humanas como la angustia, el dolor, el silencio, la felicidad y el llanto.

En este caso no hay un huerto poblado de animales a los cuales ponerles nombres, sino un caballo que encarna a la angustia y que una voz ordena cabalgar. Un equino muy particular, pues no solo puede ser montado sino que cabalga en nuestro interior.

No voy a entrar en más detalles, pero sí voy a cerrar esta nota diciendo que en este Génesis reciclado por la angustia humana, la luz no es buena… lo que sí es bueno es el libro, el vino y el chocolate.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote