La gran extranjera, del francés Michel Focault (1926-1984), filósofo, historiador, sociólogo, psicólogo y escritor.

Se trata de una obra que incluye conferencias y programas de radio en los que ese intelectual habló sobre literatura y lenguaje entre 1963 y 1971.

Apenas empiezo a introducirme en esas aguas editoriales de 189 páginas de profundidad, pero aunque el agua de las palabras apenas me llega a los tobillos, mi mente desde ya se deleita imaginando distintas razones por las que la literatura puede ser vista como una forastera enorme.

De momento, comparto una…

La gran extranjera porque si bien no es una ciudadana de nuestra capacidad de pensar y analizar, a través de cada libro que leemos ella traspasa las fronteras del razonamiento y comparte con nosotros otras visiones, valores culturales y costumbres que nos permiten ampliar horizontes, ver el mundo que hay más allá de nuestras narices.

La literatura nos enriquece, nos hace mejores habitantes del planeta ya que nos pone en contacto con otras realidades, con seres humanos de otras latitudes.

Sí, no es una extranjera cualquiera, sino La gran extranjera, pues nos ayuda a crecer, madurar, comprender a los habitantes de otros países en lugar de juzgarlos.

Es una influencia positiva, una turista que nos abre los ojos, una extraña que nos presenta lo extraño, distinto, exótico, misterioso y desconocido.

Porque no es lo mismo apreciar la realidad únicamente por medio de los ojos maravillosos de los escritores costarricenses Carmen Lyra, Fabián Dobles, Luisa González y Joaquín Gutiérrez, que hacerlo también a través de las pupilas del chileno Pablo Neruda o la estadounidense Joyce Carol Oates, el español Miguel de Cervantes, el inglés William Shakespeare, la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, el somalí Nuruddin Farah, el japonés Haruki Murakami, la china Lin Bai, el neozelandés David Bishop y el australiano Morris West.

Una extranjera que se aloja en nuestras neuronas y cuya voz nos desafía a revisar opiniones, valores, prejuicios, perspectivas, convicciones, fobias y a cuanto rincón de nuestro cerebro le haga falta abrir puertas a otras formas de ver el mundo.

Leer es iluminar nuestras cavernas, reciclar ideas, sacudir telarañas, lavar dogmas, barrer el polvo, cepillar arrogancias, ahuyentar la bruma que nos impide ver.

A veces nos resulta más fácil escuchar a la extranjera de papel y tinta que a los foráneos de carne y hueso.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote