De vez en cuando la literatura
nos besa en el alma
y a colores o en blanco y negro se despliega
como un álbum de vivencias.
Nos pasea por la imaginación
en trazos y palabras,
y nos sentimos en buenas manos.
Se hace de nuestra medida,
toma nuestros sueños y temores
y saca un niño, un topo, un zorro y una caballo de la vieja chistera.
Y uno es feliz como un niño
cuando llega a la casa de los abuelos.

De vez en cuando la literatura
toma conmigo café
y está tan conectada con mi interior que
da gusto leerla.
Abre sus páginas y me invita
a soñare que soy personaje de un cuento.

De vez en cuando la literatura
se nos brinda en carne viva
y nos regala una historia
tan nuestra, tan tan de todos
que hay que compartirla como el pan, el vino y el queso
pues hay que ser generoso con la belleza.

De vez en cuando la literatura
afina con el pincel:
se nos eriza la piel
y faltan palabras
para nombrar lo que ofrece
a los que luchan por leerla y entenderla.

De vez en cuando la literatura
nos toca el corazón
y nos despertamos
sin saber qué pasa,
leyendo El niño, el topo, el zorro y el caballo,
del británico Charlie Mackesy.

De vez en cuando la literatura
nos recuerda lo esencial
-el amor, la solidaridad, el perdón,
la esperanza, la amistad, la gratitud,
el no rendirse, pedir ayuda, los sueños-
y nos reconciliamos con la vida,
dormimos abrazados a ella,
escuchando su respiración
sintiendo cómo gira sobre el colchón.

Por favor, busquen este libro publicado por la editorial Suma de Letras y léanlo, mastíquenlo, piénsenlo, ríanlo, llórenlo. Vale la pena, sobre todo en este 2020. Mejor aún si saborean este manjar en compañía de la canción De vez en cuando la vida, de Joan Manuel Serrat.

JDGM