Un corazón de nadie, del escritor portugués Fernando Pessoa, publicado por la editorial Galaxia Gutenberg, en Barcelona, España, en setiembre del 2013.

Algo me dice que me acerque al anaquel en el que guardo esa antología poética de 1913-1935, la abra y lea.

Obedezco y empiezo a hojear y ojear este libro de 652 páginas.

Mis ojos saltan como liebres de plana en plana y mi barbilla siente la leve brisa que produce el revuelo de las hojas.

De pronto, mi atención ancla en una línea de la página 125: “No estoy de acuerdo conmigo pero me perdono”.

Analizo. Sonrío. Celebro.

¡Se vale estar en desacuerdo con uno mismo!

Ideas, opiniones, perspectivas, interpretaciones, posiciones y lecturas de la realidad no son camisas de fuerza que nos impidan revisar todo aquello que creemos y pensamos.

Por supuesto que ya lo sabía, pero a veces lo olvido…

Los criterios y puntos de vista no son como el matrimonio, “hasta que la muerte los separe”; podemos separarnos y hasta divorciarnos de ellos cuando así lo decidamos.

Me parece una actitud sana y necesaria, pues somos seres con capacidad de razonar, replantear, ajustar y cambiar, no estatuas de mármol incapaces de percibir las transformaciones del mundo e inflexibles para ejecutar giros de 90 grados.

Una pregunta me asalta: ¿Y si antes de discrepar con los demás primero me muestro en desacuerdo conmigo?

Más interrogantes: ¿Cuándo fue la última vez que divergí con José? ¿Sobre cuáles temas he disentido con David a lo largo de este año? ¿Qué tal si invito a Guevara a un café para poner sobre la mesa asuntos en los que existen diferencias? ¿Qué tan abierto estará Muñoz para enfrentarse consigo mismo?

En efecto, yo soy esos cuatro: José David Guevara Muñoz.

Correcto, tengo la necesidad de discutir conmigo en torno a varios tópicos que vale la pena revisar y que no revelo ni insinúo aquí porque se trata de un ejercicio íntimo y privado.

Sí, estoy dispuesto a saborear una vez más el placer de discrepar con mi yo, mi sustancia, mi esencia, mi alma.

Es, en parte, lo que haré el resto de este ta tarde.

¡Gracias, Pessoa, por recordarme este sano derecho y necesidad!

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote