Viernes 8 de octubre del 2021. Cómodamente sentado en el local de Starbucks de Plaza Lincoln disfrutaba de un café y la lectura de una de las mejores novelas que he leído en los últimos años, Mi tío Napoléon, del escritor iraní Iraj Pezeshkzad (1928), cuando una señora -a quien identifico con sus iniciales: RT- me pidió permiso para sentarse en una de las sillas de la mesa que yo ocupaba.

“Es que necesito amarrarme los zapatos y descansar un poco porque he caminado como loca haciendo mandados”, me dijo esa mujer que, según mis cálculos, ronda los setenta años. También quiero tomarme un cafecito, pero voy a esperar a que la fila baje un poco”, agregó a través de su cubreboca.

Casi de inmediato reparó en mi libro y me preguntó qué estaba leyendo. Le respondí que una divertida e ingeniosa sátira sobre el poder político en Irán, que fue publicada en 1973 pero aún permanece en lista de libros prohibidos en esa república islámica. (No voy a brindar aquí más detalles de esa obra, lo cual sí haré una vez que lea las 63 páginas que me separan del final de esta historia de 694 folios).

“Pues yo quedé huérfana desde que murió García Márquez (17 de abril del 2014). ¡Me ha costado un mundo encontrar otro escritor que me enamore como lo hacía ese hombre. ¡Qué pluma tenía!”, me confesó al tiempo que revisaba la pantalla de su teléfono móvil. “Es que en cualquier momento pasan por mí”.

Luego, como quien salta sobre las piedras de un río, brincó a otro tema. Me preguntó a qué me dedico; le dije que soy periodista y que tengo dos páginas en Internet que alimento cada día: Don Librote y Gente-diverGente.

–Me gusta mucho como escribe esta escritora sueca… Camilaaaaa… Camilaaa..
–¿Camila Läckberg?
–¡Esa! Camila Läckberg. ¿La ha leído?
–No señora, es que no soy muy dado a las novelas policíacas. No es mi género favorito.
–Se la recomiendo. ¡Es buenísima! Lo mantiene a uno en suspenso y tensión.

Me cuenta después que su sobrina empezó a estudiar periodismo pero no le gustó la carrera y se pasó a terapia del lenguaje. “Ahí sí la veo contenta”.

–¿Verdad que usted sale en la televisión?
–No señora. Gracias a Dios no.
–¿Por qué dice eso?
–Porque prefiero tener vida privada.
–Bueno, eso sí.

Salta sobre otra piedra: “¿Sabe a quién estoy leyendo y que me gusta mucho? A Julia Navarro. ¡Muy buena! Me encantan sus historias. ¿La conoce? Le digo que sí y que precisamente una de las novelas que estoy leyendo es de ella, De ninguna parte.

Doña RT le echa un vistazo a la fila y descubre que lejos de mermar, ha crecido. Me ofrezco como voluntario para traerle el café mientras ella descansa un poco, pero me dice que no, que ya es un poco tarde.

No recuerdo cómo sucedió, pero de repente comenzamos a hablar de dos sodas legendarias de San José: la Tapia y la Castro. Nos hacemos las bocas agua mencionando los emparedados, helados y ensaladas de frutas con gelatina.

“¡Me encanta Isabel Allende! Tiene un poco el estilo de García Márquez, ¡cómo se nos fue a morir ese viejo que escribía tan lindo!” A mí no me gusta esa autora, pero me reservo la opinión pues en esta vida no hay porqué decir todo lo que uno piensa o cree.

–Otra cosa, soy una enamorada del método de enseñanza Montessori.
–¿Y le gusta leer a Carmen Lyra?
–¡No! ¡Para nada! Ella era montessoriana, pero no me gusta como escribía pues usaba unas palabras rarísimas que ahora cuesta entender. Nunca lo logré con ella.

Luego de una breve pausa en la que vuelve a observar la fila, me pregunta si conozco la Librería Internacional del mall en el que estamos. Contesto que sí y me dice que para ella es toda una tentación entrar en ese local, pues siempre sale al menos con un libro nuevo bajo el brazo.

Por último me cuenta que ella nunca lee en la casa, sino mientras hace filas, espera turno en los consultorios médicos, aguarda a alguien en una cafetería. “Leo montones, pero siempre fuera de casa; en casa no te leo nada”.

Mediante un WhatsApp le avisan que la esperan afuera, por lo que se levanta y se despide con un “ojalá otro día podamos seguir conversando”.

En fin, un encuentro inesperado, no planeado, pero sí disfrutado y gozado. ¡Que se repita!

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote