Bastan dos guiños literarios para que yo caiga rendido ante los cuentos de la escritora estadounidense Susan Sontag (1933-2004).

Primero cierra el párpado del ojo izquierdo: un rápido movimiento de tinta que me deja viendo títulos que me atraen.

Luego tranca el párpado del ojo derecho: un veloz bizqueo de primeras palabras que me deja alucinando con los inicios de sus relatos

En efecto, los títulos de sus cuentos, y las primeras palabras de esas narraciones, siempre me seducen.

¿Por qué? La razón es sencilla: me abren el apetito de lector. Tienen la virtud de que no lo dicen todo, más bien muy poco, pero despiertan m i curiosidad.

Simple y sencillamente no puedo quedarme de brazos cruzados ante las argucias y pestañeos de su pluma o de su máquina de escribir.

Me encanta e hipnotiza y en cuestión de segundos me veo a expensas de esos cuentos en los que esta filósofa y ensayista dejaba entrever sus temores y tristezas; su lado más humano.

Lo constato una y otra vez con un libro que tengo en casa: Declaraciones, que incluye 15 textos de la también autora de El benefactor (su primera novela, publicada en 1963), Ante el dolor de los demás y Al mismo tiempo, entre otras obras.

Transcribo algunos títulos y primeras palabras de unos cuantos relatos de Declaraciones:

La escena de la carta
“Respira hondo. Todavía no intentes nada, no estás preparada. ¿Cuándo estarás preparada? Nunca, nunca, nunca”.

El muñeco
“Dado que mi situación es intolerable, he decidido tomar medidas para resolverla. Por ello he fabricado un muñeco de tamaño natural utilizando varias marcas de productos plásticos japoneses que simulan la carne, el pelo, las uñas y demás”.

Repaso de antiguas quejas
“Quiero dimitir, pero no puedo. Cada día me despierto y me digo: Hoy escribiré una carta. No, mejor aún: iré y le diré personalmente al organizador que renuncio”.

El nene
“Lo que resolvimos, doctor, fue que lo mejor sería exponer nuestros problemas ante un profesional realmente competente. Dios sabe que hemos procurado hacerlo de la mejor manera posible”.

Susan Sontag siempre me seduce y, por qué voy a negarlo, yo le facilito las cosas…

JDGM