Sí, para proteger la salud de ese querido anciano cubano llamado Santiago, quien se hizo nuevo a la mar luego de ochenta y cuatro días de no capturar ningún pez.

Las luchas, recuerdos, nostalgias, sueños, gustos, temores y fracasos de ese veterano de las cuerdas y los anzuelos nos las cuenta el escritor estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961) en su cuento largo (¿o novela corta?) El viejo y el mar.

Se trata de una hermosa y triste historia que fue publicada por primera vez en 1952. La mejor obra de ese autor, según la opinión de otro gigante de la literatura: William Faulkner (1897-1962).

No voy a entrar en detalles sobre ese relato en el que Santiago logra pescar -tras una prolongada lucha- un pez enorme que luego le roban a dentelladas los voraces tiburones, hasta dejarlo solo con el espinazo.

Lo que me interesa transmitir es mi compromiso con la salud del viejo pescador. Por eso leí hoy con cubrebocas, para resguardar del coronavirus a este personaje que me ha regalado maravillosos momentos a través de la lectura y del cine.

Inolvidable, por ejemplo, la película en la que el actor Spencer Tracy (1900-1967) interpretó a Santiago en 1958.

Yo, que soy un enamorado de la pesca, considero a Santiago mi abuelo del mar. Es uno de esos personajes literarios con los que uno se encariña de por vida.

Por eso lo cuido. Por eso velo por su bienestar.

Lo sé, puede sonar a locura, pero es tan solo una forma de recordar que no tenemos que bajar la guardia en el cuidado de nuestros amados y frágiles ancianos.

JDGM