De acuerdo con la etiqueta adhesiva colocada en la contraportada, había que pagar más de ¢30.000 por esa novela publicada en 1851, pero según la cajera de la librería el precio final apenas sobrepasaba los ¢19.000.

¿A qué se debía esa seductora diferencia de colones en una edición con tapas duras y papel de alta calidad?

“Es el descuento que se le hace a los socios del programa Libro Club”, me explicó aquella colaboradora de la Librería Internacional en el Mall San Pedro.

Se trataba apenas de una de las razones que justificaban el descuento. La otra la descubrí -creo yo- en cuanto comencé a ojear en casa las 738 páginas de Moby Dick, del estadounidense Hermann Melville (1819-1891… nótese el juego de números).

Resulta que en las tres primeras líneas del prólogo, escrito por el autor español Enrique de Hériz (1964-2019), sitúa en 1949 el primer viaje que Melville hizo a Europa.

Es decir, don Hermann tenía 58 años de muerto cuando visitó el Viejo Continente…

¡Habrá sido en 1849, a la edad de 30 años!

Me inclino por pensar que ese error es uno de los tantos “dedazos” (gazapos) que siempre logran colarse entre las páginas de los textos.

Por más riguroso que sea el proceso de corrección y revisión de una obra a imprimir, en este caso a cargo de la Editorial Navona, el gnomo de los yerros encuentra la manera de salirse con la suya. ¡Sucede en las mejores familias!

Supongo que esa pifia -no sé si será la única- pesó en el monto de los pesos que pagué por esta novela que, como muchos saben, cuenta la obsesiva y destructiva persecución de una ballena blanca por parte del capitán Ahab, junto a Ismael y el arponero polinesio Queequog, todos ellos a bordo del barco Pequod.

Esta historia fue llevada al cine en 1956 por el director John Huston y con la actuación estelar de Gregory Peck.

Ya les contaré si encuentro más razones que expliquen el precio de este ejemplar que conservaré con celo pues un error de ese tipo hace que este libro sea de colección.

José David Guevara Muñoz
Editor de Don Librote