Es más, ni siquiera terminamos de conocernos a nosotros mismos.

Yo, por ejemplo, próximo a cumplir 59 años, mentiría si dijera que a estas alturas de la vida me conozco en un 75%.

Es tanto lo que ignoro sobre mí mismo que todas las mañanas, al mirarme en el espejo del baño, veo a alguien que no deja de ser un misterio, un enigma, un acertijo.

Cada día me conozco un poco más, pues cada jornada me sorprende con dilemas, dudas, experiencias, ideas y pensamientos a los que nunca me había enfrentado y que, por lo tanto, me obligan a ingresar en aposentos de mi mente cuyas puertas nunca había abierto.

El 2020 me ha deparado abundantes vivencias de ese tipo. Entre otras, el confinamiento, la muerte de mi padre, ser despedido del trabajo, publicar mi primer libro, echar a andar un emprendimiento periodístico y abandonar paulatinamente un medicamento que puede crear dependencia.

Nunca había pisado esos caminos. Ergo, se trata de situaciones que me han confrontado con un José David al que no conocía.

La vida está llena de ese tipo de episodios. Por ejemplo, a diario tropezamos con películas, noticias, libros, videos, canciones, debates y conversaciones que nos plantean nuevos aprendizajes, perspectivas o diálogos internos.

¡Una delicia la aventura de vivir! ¡Un manjar la existencia! ¡Siempre hay novedades, sorpresas y descubrimientos! (Lo que pasa es que a veces pasan inadvertidos porque andamos corriendo detrás de lo que no es esencial).

La cita del título, esas siete palabras entrecomilladas, se encuentra en la página 392 de la novela Suite francesa, de la escritora Irène Némirovsky (por favor, ¡regálense el placer de leer a esta autora!), la cual compré en febrero del 2014 pero leí en enero del 2017.

Sin embargo, se trata de una oración que leemos a diario en las páginas de la realidad: “Nunca se caba de conocer a nadie”.

Ni siquiera terminamos de conocernos a nosotros mismos.

Por eso me gustaría un epitafio que diga: “Yace aquí el cuerpo de un hombre que nunca terminó de conocerse”.

¡Qué dicha que es así! Porque qué aburrida una existencia en la que lo sepamos TODO de nosotros. Somos misterio; eso nos hace humanos.

Gracias vida por este 2020 que me ha permitido profundizar en el conocimiento de José David.

JDGM